Hace solo unos días —el lunes último— se inició el intercambio en todo el país sobre fútbol, convocado por la Comisión Nacional de esta disciplina para recoger criterios, recopilar vivencias, experiencias e ideas que aporten a la nueva estrategia de desarrollo del balompié cubano.
El llamado a la constructiva discusión se hace extensivo a atletas y entrenadores, jueces y árbitros, glorias del deporte, estudiantes y profesores universitarios, personal médico, directivos y periodistas, entre otros integrantes de la gran familia futbolera.
Los debates, que comenzaron por las provincias orientales, llegarán a toda la nación y concluirán el venidero 12 de diciembre, un día después de que se conmemoren 109 años del primer partido oficial celebrado en Cuba.
Mucho se podría decir en el intento de aportar al progreso de un deporte que lleva más de un siglo entre nosotros. Tanto se pudiera hablar, que no alcanzaría un encuentro de 24 horas consecutivas para hacer sugerencias, señalar deficiencias o proponer cambios necesarios.
Como es imposible abarcar tantas ideas que se agolpan en el pensamiento de quienes quisiéramos colaborar, se me ocurre enumerar unas pocas cuestiones a las que me referiría si me pidieran participar… solo si me preguntaran.
En primer lugar, sugeriría no desperdiciar el talento que, sin dudas, existe en los barrios, lejos del alto rendimiento. Ese virtuosismo que siempre aparece en canchas improvisadas, ya sea en parques, cuadras o cualquier pedazo de tierra donde basta con un balón y dos piedras como portería para convertir al más uni-versal de los deportes en el más asequible y realizable de los sueños.
Para hacer realidad el hallazgo de esos talentosos y anónimos jugadores, muchos especialistas —no todos— tendrían que abandonar sus oficinas casi a tiempo completo, y desandar las calles y dedicar horas si es preciso a observar, tomar notas, a identificar el “carbón” que en buenas manos pudiera convertirse en “diamante”.
En segundo lugar, echaría manos a la historia y buscaría los mejores momentos de nuestro fútbol, pare aprender y aprehender qué se hizo bien, quiénes lo hicieron y cómo lo hicieron. Quizás, una vez más afloraría la evidencia de que hombres como, por ejemplo, el desaparecido Juan Antonio Lotina, el indispensable Alfonso Moncada, los incansables Roberto Cuza y Luis Veitía, junto a innumerables incondicionales son imprescindibles para cualquier búsqueda de mejoramiento.
Como tercera y última propuesta recomendaría propiciar más fogueo en todas las categorías. Un campeonato nacional de corta duración permite “cumplir” un cronograma competitivo en casa, pero nos deja a medias en el propósito de medirnos en igualdad de condiciones con la inmensa mayoría de las selecciones que habitan el planeta fútbol.
Estas modestas y simplificadas opiniones apenas serían una introducción a muchos más criterios que pudieran enriquecer el debate, pero suele no alcanzar el tiempo o el espacio cuando hay tanto que decir… a fin de cuentas, todo eso y más lo propondría, única y exclusivamente, si me preguntaran.
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