No puede la muerte ahogar los sueños, ni borrar de un plumazo cuanto se ha hecho. Hay historias que, cual las pirámides, se hacen eternas, y sus protagonistas pasan de ser personas de carne y hueso, a leyendas palpitantes en los anales de la humanidad.

La imagen del joven rebelde, del soldado de eterno verde olivo haciendo futuro a cada instante, ha quedado grabada en la memoria de los pueblos. Hace hoy, exactamente cuatro años, Fidel emprendió el viaje hacia el Olimpo de los inmortales.

Foto: Tomada de Trabajadores

La muerte vuelve este 25 de noviembre a hacer de las suyas, estremecernos con su presencia, al arrebatarnos de un tirón a un ídolo de multitudes. El corazón de Diego Armando Maradona, el “pelusa”, dio hoy su último latido. Tras salir airoso de una operación por un hematoma en el cerebro, mientras se recuperaba en su casa, un paro cardiorespiratorio nos arrebató para siempre al hombre que, en el mundial de México 1986, fabricó un gol gracias a “la mano de Dios”.

Tal pareciera que la muerte reconoce los lazos fraternales que unían a estos dos hombres, y decidió no postergar más su reencuentro. A la memoria acude la imagen de Fidel, cual amante padre, abriendo los brazos al “pelusa”, cuando su adicción a las drogas amenazaba con darle jaque mate. Seguidor de los deportes, y practicante él mismo de varias disciplinas, Fidel se interesó por cada detalle de la recuperación de Mardona, de su vida, sus sueños, y este, le correspondió como afectuoso hijo.

Durante años, siguieron viéndose. En varias oportunidades Maradona le visitó en Cuba, y la amistad surgida en los momentos más oscuros del “pelusa” se acrecentó día tras día. Hace cuatro años, la muerte de Fidel significó una herida en el corazón del 10 argentino.

Este 25 de noviembre, el corazón del astro argentino dejó de latir. La muerte se llevó al hombre de “la mano de Dios” para que se reencuentre con su padre adoptivo en el altar de los pueblos, ese lugar sagrado donde por siempre brillarán sus nombres.

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Homenaje eterno