Un nuevo estudio neurocientífico demuestra que quedarse en blanco no es una distracción, sino un estado mental con bases cerebrales claras. Así funciona tu cerebro cuando no estás pensando en nada.

El cerebro puede dejar de producir contenido mental sin dejar de estar consciente, por lo que solemos decir que se nos va la cabeza o que nos despistamos.

El quedarse en blanco no es una forma perezosa de desconcentración, sino un estado mental propio, con fundamentos neurofisiológicos definidos, y relacionado con aspectos como el sueño, la atención sostenida o incluso la meditación.

Existen momentos en los que estás en mitad de una frase, una tarea o una idea, y de repente te das cuenta de que tu mente está vacía, ni una palabra, ni una imagen, ni siquiera ese hilo del pensamiento al que podrías haberte aferrado para continuar. Lo llamamos “quedarse en blanco” y lo hemos vivido todos: en exámenes, al hablar en público o, simplemente, al detenernos a pensar.
Nos puede dar vergüenza o desconcierto, pero ahora sabemos que ese vacío no es un fallo menor, sino una ventana a algo mucho más profundo.

Los autores explican que se trata de momentos en los que las personas reportan literalmente no estar pensando en nada. Lo interesante es que este tipo de informes se da en un porcentaje nada desdeñable de situaciones: entre el 5% y el 20% del tiempo, en función del contexto y del individuo.

En algunos experimentos se ha descrito como “una ausencia de conciencia focal sobre estímulos internos o externos”, mientras que en otros se define como la diferencia entre divagar la mente (pensar en otra cosa) y estar completamente en blanco, sin pensamiento alguno.

Esta ambigüedad conceptual ha hecho que se confundiera con el sueño, el aburrimiento o incluso con fallos de memoria, pero el análisis neurofisiológico demuestra que no es una simple falta de atención, sino un estado genuino.

Esta investigación abre la puerta a entender cómo emergen y se desvanecen los contenidos de la mente, y cómo el cerebro puede entrar en estados donde la experiencia se reduce al mínimo sin desaparecer del todo. Lo que antes era un lapsus trivial ahora se revela como una oportunidad para explorar los límites de la conciencia humana.

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