“Quise encerrar a La Habana Vieja en las paredes pétreas de un museo, pero ella me hizo prisionero de sus muros para siempre".
Eusebio Leal Spengler
Un atento caminante recorre las calles de la ciudad. Con andar pausado y vestido de gris vuelve a mirar adoquines, techos, columnas. Estudia la historia y la repasa sin descanso. Conoce los pasos del Caballero de París y lo acompaña ahora también esculpido en bronce.

Eusebio Leal es recordado como el Historiador humilde, el agudo investigador, el novio de La Habana. Sin embargo, mucho antes fue el niño curioso e inquieto que descubrió entre juegos las ventajas de la lectura, el estudiante que hablaba mucho durante las clases y era castigado por su profesora, el joven que ya mostraba su vocación de coleccionista y anticuario.
En el Palacio de los Capitanes Generales, comenzó a trabajar en agosto de 1959, cuando tenía apenas 17 años. Desde entonces, dedicó su inagotable curiosidad, conocimientos y energía para crear, en aquel sitio, el Museo de la Ciudad. Lo que empezó como un sueño fruto del amor hacia la capital se convertiría en una extensa obra de rescate de edificaciones y sitios emblemáticos del Centro Histórico de La Habana.
Como parte de ese camino de intensa investigación y compromiso con la historia, escribió libros como Regresar en el tiempo, Detén el paso caminante, Fiñes, Carlos Manuel de Céspedes, el Diario Perdido; Cuba, prendida del alma; Aeterna Sapientia; y La luz sobre el espejo.
A través de artículos, discursos, entrevistas y conferencias habló sobre José Martí, Juan Gualberto Gómez, Céspedes, Fernando Ortiz, Emilio Roig de Leuchsenring, Fidel Castro, Dulce María Loynaz. Compartió reflexiones de religión, oratoria, medicina, acciones de restauración del patrimonio. Se reconoció cercano a las artes visuales y expresiones contemporáneas. Admiró la pintura de Mendive y Nelson Domínguez y la fotografía de Roberto Chile.
Ningún tema cultural e histórico le provocaba indiferencia. Investigó acerca de Cristóbal Colón, la etapa de conquista, la Cuba Colonial y la República. En una entrevista que le realizó Magda Resik, publicada en Juventud Rebelde el 19 de noviembre de 1995, Leal afirmaba sentirse prisionero de sus tareas en función de La Habana, lo cual no le permitía tener tiempo para él. “He creído en el signo de sumar; por eso, mi discurso ha sido siempre para todos los cubanos”, expresaba al término de la conversación.
El 21 de noviembre de 2012, durante una intervención en la Plaza de Armas, como parte del encuentro, “El autor y su obra", Leal se define como un hombre de fe y un hijo de su tiempo, que cree en la necesidad de "entrar en la historia sin sombrero", de caminar hacia el futuro desde el pasado; y en la importancia de asumir la igualdad a partir de las individualidades de cada ser humano.

Confesaba sentirse incapaz de disfrutar de la vanidad. Sus empeños por preservar la historia de la ciudad le quitaban el sueño. Cada resultado del esfuerzo multiplicaba su celeridad, pero estaba consciente de que trabajaba en una obra que no le pertenecía. Afirmaba también, en “Hijo de mi tiempo”, que para hacer su trabajo necesitaba del apoyo de muchas personas y la existencia de una época.
Por su intensa labor al frente de la rehabilitación del Centro Histórico, en 2012, recibió el Premio Nacional de Patrimonio Cultural por la obra de toda la vida. Además, por su trayectoria fue reconocido con el Título Honorífico de Héroe Nacional del Trabajo y se desempeñó como Embajador de Buena Voluntad de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
Al “Andar La Habana” se evidencia el legado de un hombre que, fiel a las ideas martianas, demostró que servir fue su mejor manera de hablar. “Cuando lo olviden los hombres, todavía lo recordarán las piedras”, afirmó sobre Leal con certeza la poetisa Fina García Marruz.
Mucho queda por hacer desde la ciudad que nos habita para continuar su legado porque, como expresaba el historiador en sus textos y discursos, no basta con mantener, sino también hay que crear y extender los proyectos. Para suerte de los continuadores de ese empeño perdura una obra viva, más allá de libros, museos, colecciones y monumentos. Permanecen impresas en la cotidianidad y el recuerdo de los habaneros y visitantes las huellas de Eusebio Leal y su andar por La Habana.

Fuentes bibliográficas consultadas y lecturas recomendadas:
-Leal, E. (2004). “La luz sobre el espejo”. Ediciones Boloña. Colección OPUS HABANA
-Leal, E. (2013). “Hijo de mi tiempo”. Ediciones Boloña. Colección OPUS HABANA
-Leal, E. (2015). “Aeterna Sapientia”. Ediciones Boloña. Colección OPUS HABANA
-Leal, E. (2018). “Cuba, prendida del alma”. Ediciones Boloña.
Otras informaciones:
Excelente que se recuerde a uno de los mejores cubanos actuales, con tal documento. Debería estar más replicado aún en bronce para que se recuerden cosas buenas y bellas a cada instante o con mayor frecuencia. Gacias
Leal por siempre!!
Tuve la oportunidad de conocerlo, aunque no del todo, pues el tiempo y la vida no lo permitió, pero lo que pude conocer de él aún perdura. Se identifico conmigo como un hombre socialmente sabio, amigo, humilde, y una faceta que pocos jefes tienen, íntegridad. Ser sencillo fué una de sus tantas cualidades, al tratar a los demas como iguales, independientemente de su color, credo o condición, con respeto; defectos, los tenía pero había que tener un telescopio para verlos, no así con las cualidades, las cuales transpiraba sin hacer gala de ellas. Falta espacio para describir lo que solo los adoquines del casco histórico, podrán decir de él.
Conocí a Eusebio por 1960, hay que profundizar en otros aspectos de su vida, fue inspector de impuestos, alfabetizador, etc
EUSEBIO, SIEMPRE LEAL!!!