El jardín de las estaciones

Sobre el rosal, un finísimo encaje de Luna había cristalizado los pétalos sin lastimar el rubor cálido de sus flores. Debajo la escarcha cubría los bordes de las plantas de su rutilante invierno. Un poco más allá, a la izquierda, el Sauce descolgaba sus decenas de brazos preñados del rojo en sus madrigales que atraía con su fragancia a los colibríes en busca de la ambrosía y despertaba el apetito primaveral de lagartos enfundados en vivos colores dispuestos para atraer a las nupcias, en una desordenada primavera; mientras que el almendro sollozaba hojas al viento como si el otoño viviera entre sus ramas. Frente al espejo su rostro perfilaba la juventud de cada verano escurrido en cada curva de su piel. Sonrió. Le había “descubierto”, aquella tarde en la cual se volteó, desde su húmeda y perpetua adolescencia, despierta bajo su monte de venus para colgarse de sus labios en un beso.

-----------------

Doble nueve  (Cuento)

_ ¿Estás seguro de que no hay otra?, preguntó con cierta ironía el uno.

El otro hizo un gesto horizontal con la cabeza.

_ Entonces,  ¿nos queda solo el “Doblenueve”?

_ Solo queda el “Doblenueve…”

_ ¡Y que “Doblenueve”!

_ Pues nos tendremos que jugar esa ficha, apuntó el otro.

_ Bueno, la notificación indica que debemos priorizar, en lo posible, a mujeres, jóvenes y negras en el caso que lo requiera…

_ Pero no excluye a las gordas. Habrá que hacer el examen.

En el rostro del teniente se advirtió una señal de resignación.

_ No será más que un examen. Quizá no apruebe y será una exclusión natural, dijo el otro y se dirigió a la mujer que esperaba afuera. La única que esperaba para realizar la prueba entre un grupo numeroso de muchachas que habían sido convocadas para formar parte de un comando especial de la policía.

_ ¿Cuán…topesacómotellamas?, preguntó el oficial en un esfuerzo por mantener una postura cómoda y marcial. En realidad estaba sorprendido de la forma en que el subconsciente pudo jugarle una mala pasada. Había pensado en el peso de la muchacha. La pregunta estaba incluida, pero no era la primera, por supuesto. Sin embargo, a la joven no pareció importarle. Sonrió con sus ojillos profundos y mostró su blanquísima dentadura.

_ Peso ciento diez kilogramos, equivale a ver…dos punto dos libras por kilo, resulta que mi peso oscila en las 242 libras. Me llamo Mónica Stayler Simpson y mis apellidos son de origen británico, descendiente de jamaiquinos, pero ciudadana cubana por nacimiento y convicción. ¿Qué le parece?

_ Bueno…, disculpe usted respondió mi pregunta y de paso nos ahorró otra.

_ ¿La del peso…?

_ Bueno sí, es usted una mujer fuerte…, se advierte con solo mirarla. Dígame, ¿Por qué desea formar parte de un comando especial de la policía?

Esta vez fue el otro oficial reclutador quien observó con curiosidad ante la sutileza de su compañero.

_ ¡Porque soy especial!, respondió la muchacha sin dejar de sonreír ni titubear; pero esta vez lo hizo con sus labios gruesos que hicieron más hermosa la imagen de su dentadura nívea.

_ ¡Ah…! sí… ¿por qué se considera especial?, replicó el oficial visiblemente interesado en la respuesta de tan ingeniosa muchacha. Esta vez,  fue él quien sonrió y mostró su dentadura color hueso, debido a los años y su predilección por el tabaco.

_ ¿Acaso no he recibido de usted un tratamiento especial?

_ No, usted se equivoca.  A usted se le aplica el cuestionario indicado para todas las aspirantes al pertenecer a nuestro comando. Sin excepción.

_ Creo que usted, con permiso teniente (especificó el grado militar), me está ofreciendo un tratamiento especial. ¿Acaso su pregunta no lo ratifica?

_ ¿¡Mi pregunta…!?  Bueno…, disculpe…, no le ofendí… ¿verdad…?

_ ¿Por qué habría de ofenderme? ¿Acaso no soy especial?

_ En cierta medida sí, lo es. Le confieso que parece ser realmente muy especial, pero no sé si podría aplicar la misma agilidad mental a los requerimientos del entrenamiento de un cadete en nuestro comando.

_ ¿Cuáles serían esos requerimientos?

_ Ejercicios físicos rigurosos, agilidad para evadir obstáculos, velocidad, defensa personal… es muy difícil. ¿Ha practicado usted deportes?, la pregunta pareció un disparo. Sin embargo, el zumbido de la palabra deportes pareció incrustarse contra un muro invisible. La muchacha respondió con aplomo.

_ Practiqué deportes. Específicamente el lanzamiento de la bala, la jabalina y el judo. Pero sobre todo me gusta el ajedrez, se requiere mucho más que músculos. ¿No lo cree?  (Hizo una pausa y escrutó con sus ojillos al oficial)  Entonces, ¿me aplicará el procedimiento de la entrevista, como a todas las aspirantes?

El teniente la miró con simpatía. Si tuviera que decidir me gustaría que estuviese en el comando. Espero que no se arrepienta. Manténgase al tanto, será citada para darle a conocer el resultado.

_ Gracias, espero no haberle defraudado, Teniente. Le escuché hablar y le advierto que también se puede ganar con el “Doblenueve”.

_ Eso espero, Mónica.

…………………………………

_ ¿Es profundo?

_ Sí compañera Mayor, es muy profundo.

_ ¿Cuántos metros se calcula que tenga este pozo?

_ Pueden ser diez metros.

_ Bajaré.

_ ¡¿Bajará…?!

_ ¿Tiene algún inconveniente, sargento?

_ No Mayor…, solo quise prevenir…, no sé… no tengo inconveniente, ¡por supuesto que no!

_ Entonces comenzaré el descenso. Por favor, preparen el equipo de reanimación vital, lo traeré de vuelta.

…………………………………

Desde el fondo del pozo, la luna llena dibuja el brocal y permite ver algunas estrellas.

_ ¿Ves aquel lucero?

_ Sí, respondió el muchacho con la voz casi apagada.

_ No lo pierdas de vista. Será nuestra guía en el ascenso, dijo Mónica, solo tienes que mantenerte despierto. Subirás primero. ¡No te duermas! Recuerda que eres muy especial. No todos caen tan profundo y viven para contarlo. Algún día lo entenderás.

En la oscuridad el chico esbozó una perceptible sonrisa.

Ver además:

Lecturas de domingo: Natividad