La noche del 31 de diciembre de 1939 dejaría una profunda huella entre la más rancia sociedad habanera de aquella época, con la inauguración del cabaré Tropicana, en medio de un escenario pleno de contrastes –debido a la pobreza que afl oraba en las grandes diferencias sociales, prácticamente extremas, con barrios que atenazaban desde el silencio cómplice del Gobierno de turno, como un cinturón de viviendas marginales en la periferia de la urbe.

Ese día la burguesía aristocrática disponía de un nuevo lugar concebido para la diversión nocturna: salas de juego incluidas, de billar, espacios exclusivos para el disfrute de altos funcionarios del Gobierno e inversores norteamericanos para los cuales resultaba cercano este lugar por su facilidad de acceso desde los Yacht Clubs, el aeropuerto José Martí (Boyeros), el hipódromo (en Marianao) y otros espacios de negocios y
diversión a solo minutos en auto, al epicentro del Vedado con los hoteles Focsa, Capri, Nacional de Cuba; incluso otros cercanos al Capitolio.

Disponía el cabaré de 300 butacas la noche inaugural,nentre mesas y espacios reducidos.

El ajetreo de los preparativos es parte de toda la atmósfera que se recrea en un ininterrumpido servicio que garantiza el disfrute del espectáculo. Foto: RSM

Enumerar los nombres de artistas y personalidades que lo visitaron y actuaron en este escenario obligaría a un espacio no disponible para esa referencia; pero es casi imposible negar la presencia de aquellos famosos
(incognitos o no) que visitaron La Habana, desde su inauguración hasta la actualidad, y no perdieron esa oportunidad de visitar este cabaré con uno de los espectáculos más reconocidos a escala mundial.

Tanto entre quienes formaron parte de los diversos servicios, los técnicos, electricistas, existen historias que
se entrelazan como eslabones al contar la parte de sus vidas entregadas a este lugar mágico en La Habana.

Un aporte esencial, después del triunfo de la Revolución, lo ofrecieron el reconocido Joaquín M. Condall, en su condición de director artístico general, siempre atento a cada detalle; los maestros Santiago Alfonso y Tomás Morales, en función de las coreografías. De los años 80 podemos referir a los jimaguas Armando y Ernesto (actualmente a cargo de la dirección artística), la voz inconfundible de la presentadora Alicia Figueroa, en una de sus etapas, para evocar en cada presentación a otros que le precedieron como Rita
Montaner y su coterráneo Ignacio Villa “Bola de Nieve” y la vedette internacional Josephine Baker.
Decía que la referencia –85 años después– de la bailarina que esculpió la artista cubana Rita Longa y colocó
(1950) a la entrada de Tropicana: una figura blanca de una danzarina clásica que con el tiempo se convirtió en el símbolo de este centro nocturno a escala mundial.

Sirva este texto como un homenaje a todos aquellos que aportaron parte de su vida laboral en función de construir lo que actualmente perdura en el tiempo como un ícono de la cultura cubana.

Entre esta madeja estupenda está La Fuente de las Musas (o de las Ninfas), comprada para el cabaré en 1952. Foto: RSM

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