Casi tres años después y coincidiendo con el aniversario 79 del debut de Alicia Alonso como Giselle, la primera bailarina y actual Directora General del Ballet Nacional de Cuba, Viengsay Valdés, volvió a los escenarios, y lo hizo, precisamente, con la obra cumbre de la Era Romántica.
La sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba fue la sede para el reencuentro de Valdés con su arte y su querido público que la animó desde que se corrieron las cortinas.
Largos meses de preparación física, psicológica y estudio, compartido con las inmensas responsabilidades de la artista, dieron sus frutos la noche del pasado miércoles. Estuvieron presentes, además de grandes personalidades de la cultura, el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez; el ministro de Cultura, Alpidio Alonso, entre otras autoridades, para preciar la 27 edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana.
Para esta función, el primer bailarín del Ballet del Teatro La Scala de Milán, Jacopo Tissi, asumió con valentía el rol de Albrecht, como su debut en Cuba. Hilarión fue interpretado por el primer bailarín, Dani Hernández, y en el papel de Myrtha se presentó, Ailadi Travieso, que interpretó, por primera vez en su carrera, a la Reina de las Willis. Esta última mereció, sin dudas, los aplausos de los asistentes, en una interpretación limpia y virtuosa que nos hizo volar sobre la onírica escena.
Viengsay nos regaló una Giselle visceral y llena de matices, pero demostrando su técnica, preparación y la maestría que la experiencia le dota. Transitó orgánica por cada circunstancia y sentimiento de su personaje, desde la dulzura hasta la locura de la joven campesina. Su joven compañero, Tissi, no fue menos, dibujando magnificamente sus líneas en el lienzo escénico. El bailarín lució su versatilidad, fuerza e histrionismo, adoptando la narrativa del Albretch “cubano”. Ambos resultaron una pareja aunténticamente completa para la histórica ocasión que hizo al público asistente vitorear y despedirlos con varias ovaciones cerradas.

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