“Hay algo muy sutil y muy hondo en volverse a mirar el camino andado... El camino en donde, sin dejar huella, se dejó la vida entera.”
Dulce María Loynaz
La poeta y narradora cubana Dulce María Loynaz y Muñoz, legó una vasta obra que sedujo por la sencillez y naturalidad de su lírica, y por el ritmo y la musicalidad de sus versos, en los que predominó la temática del amor.
Sus antepasados provenían del País Vasco, con varias personalidades prestigiosas que habían destacado fundamentalmente en el ámbito militar y religioso, pero en su familia no existían antecedentes literarios, solo algunas composiciones de su padre, como aficionado, el General del Ejército Libertador, Enrique Loynaz del Castillo, autor de la letra del Himno Invasor, y su madre María de las Mercedes Muñoz Sañudo, quien de igual forma le gustaba el canto, la pintura y el piano.
Su infancia transcurrió en una casa de la barriada habanera de El Vedado, donde nació y permaneció gran parte de su vida. Allí creció, junto a sus hermanos Enrique, Carlos Manuel y Flor, rodeada por un ambiente cultivado, donde, sin asistir a un colegio, recibió una esmerada educación que le permitió adquirir una inmensa cultura.
En 1919 publicó sus dos primeros poemas, Vesperal e Invierno de almas, en el diario La Nación, que significaron su entrada en el mundo de las letras. Más tarde estudió derecho civil en la Universidad de La Habana, y se doctoró en 1927, carrera que ejerce hasta 1961. Fue la primera mujer que recibe la Orden González Lanuza, conferida en 1944 por sus aportes a esta rama.
Comienza a escribir su novela lírica Jardín en 1928, la cual terminaría siete años después, pero no se publicaría hasta 1951, en España. Esta obra es una especie de autobiografía, que se nutre de sentimientos y recuerdos de los años pasados en su casa, sobre todo, en el jardín que la rodeaba, convirtiendo ese lugar real, en un mundo imaginario, ensoñador y simbólico, a través del cual percibe, entiende y expresa lo más recóndito de su alma.

Durante la década del 30 su casa se convierte en centro de reunión de gran parte de artistas e intelectuales de la época como Federico García Lorca, con quien establece una entrañable amistad, Alejo Carpentier, Carmen Conde y los Premios Nobel de Literatura Gabriela Mistral y Juan Ramón Jiménez.
Se casa en 1937 con su primo Enrique Quesada Loynaz, matrimonio que solo dura seis años, entre otras razones por su imposibilidad para tener hijos. En 1938 publica Versos, una recopilación de poemas escritos desde 1920 hasta esa fecha, y también el poema Canto a la mujer estéril, sobre el sentimiento de frustración por el impedimento de procrear. En 1946 se vuelve a casar, esta vez con el periodista Pablo Álvarez de Cañas, originario de las Islas Canarias.

A partir de este momento inicia diversos viajes por gran parte de América del Sur (Chile, Argentina, Uruguay y Brasil), y desde 1947 hasta 1958, por España, país con el que mantuvo una profunda relación y que visitó en numerosas ocasiones. A esta tierra, que tuvo en ella una enorme y cálida acogida, dedica gran parte de su obra. Allí siempre fue recibida con honores, y galardonada en diversas ocasiones por su talento poético.
En 1947 recibió la Cruz de Alfonso X el Sabio, en 1951 ingresó como Miembro Correspondiente en la Academia Nacional de Arte y Letras, y fue homenajeada en las Islas Canarias, donde fue declarada Hija Adoptiva de Puerto de la Cruz. Un año más tarde, Gabriela Mistral la propuso como candidata al Premio Nobel de Literatura.
Dos años después, la Universidad de Salamanca le otorga, a modo de homenaje, la cátedra Fray Luis de León, y asistió como delegada al Segundo Congreso de Poesía, presidido por Azorín. Luego fue nombrada académica de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.
Durante ese período también escribió diversas crónicas sobre sus impresiones de sus viajes por América del Sur, Europa y específicamente por España. Algunos de esos artículos fueron publicados en periódicos como El País y Excélsior. Además, dio recitales de poesía y numerosas conferencias por toda la Península.
Poco tiempo después regresa a La Habana, en la casona de E y 19 en El Vedado, donde vivió desde 1947, y continúa su carrera literaria. Fue elegida miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua en 1959.
Cuentan que en su vida profesional siempre había tenido el apoyo de su segundo esposo, pero en 1961 este viaja al extranjero, donde permanece durante 11 años. Poco tiempo después de su regreso, muere enfermo en 1974, lo que provoca una profunda tristeza en Dulce María, quien rompe con todos sus compromisos editoriales y comienza una vida enclaustrada en su propia casa, alejada del mundo. Solo participaba en las actividades públicas vinculadas con la Academia Cubana de la Lengua.
Luego continúa su labor literaria y recibe importantes reconocimientos. Fue condecorada con la Distinción Por la Cultura Nacional por el Ministerio de Cultura de Cuba en 1981. El Consejo de Estado y el propio ministerio le otorgan la medalla Alejo Carpentier en 1983. Le confirieron el Premio Nacional de Literatura en 1987. En la Academia Cubana de la Lengua le entregan un busto de su padre, creado por el escultor Florencio Gelabert; y fue proclamada miembro Emérito de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en 1989.
El 5 de noviembre de 1992 se le otorga el Premio Miguel de Cervantes de Literatura en España, debido a su enorme dominio del castellano, con enorme sencillez, claridad y poder de síntesis, siendo elegida entre candidatos como Mario Vargas Llosa y Camilo José Cela.
Al año siguiente viaja a España por última vez, donde recibe ese premio, de manos del Rey Juan Carlos. También le conceden la Orden Isabel La Católica y el Premio Federico García Lorca.
Su última obra, Fe de vida, la entrega a su amigo Aldo Martínez Malo y fue publicada en 1993 por Ediciones Hermanos Loynaz, en ocasión de celebrarse el I Encuentro Iberoamericano de su vida y obra, en la occidental provincia de Pinar del Río, donde radica el Centro de Promoción y Desarrollo de la Literatura Hermanos Loynaz, desde febrero de 1990.

Dicen que apareció por última vez en público el 15 de abril de 1997 en el portal de su casa, cuando el Centro Cultural de España en La Habana le realizó un homenaje por el 45 aniversario de su obra Jardín. Pocos días después, el 27 de abril, fallece esta hija ilustre de La Habana. Por la pureza de su voz lírica y su cautivadora expresividad, se le considera una de las representantes femeninas más insignes de la poesía latinoamericana.
Su casa de 19 y E, donde vivió los últimos 50 años de su vida, se transformó desde el 5 de febrero de 2005, en el Centro Cultural Dulce María Loynaz, principal espacio institucional del Instituto Cubano del Libro, para la facilitación a la creación y promoción de autores.
Referencias
Instituto Cervantes. Biografía de Dulce María Loynaz
Enciclopedia cubana Ecured
Otras informaciones:
Excelente reseña de esta gran escritora. Gracias Norma Ferrás!
Muchas gracias