Cuando se trata del popular espacio televisivo de la novela cubana todos tienen algo importante que aportar. Una vez más será fidedigno el dicho de que “cuando el río suena...”

En mi experiencia personal trato de darle la oportunidad a cada nueva propuesta, al menos cuando es nueva, sin restarle importancia a los clásicos, pero hay un horario para todo. Llegamos extenuados a casa, luego de un intenso día para encontrarnos con La cara oculta de la luna, un producto audiovisual de valores únicos, retrato de un momento, una sociedad, tabúes y conflictos, muchos sin solucionar.

Entonces entran en juego las circunstancias, el imaginario, los referentes y el contexto. No creo que resulte común para algún joven o adolescente en la actualidad reflejarse en las formas de relacionarse, discursos, incluso las paradojas en las que mi generación fácilmente pudiera.

Aunque ahora pensamos, al ver esas escenas: “que ‘cheos’ éramos, ¿de verdad hablábamos así?”. Lo cierto es que, como seres sociales, necesitamos sentirnos identificados en lo que consumimos y –como las comidas o el café–, hay un momento del día para todo.

En un panorama cultural dominado por teléfonos inteligentes, relaciones virtuales, peripecias que en aquellos días nos parecerían sin dudas futuristas, La cara oculta de la luna merece un horario más noble. O quizá es el público quien necesita otro tipo de historias en la hora estelar, cercanas a la realidad; o del todo histórica donde desaparezca esa leve incomodidad de pensar: ¿No había otra cosa?

Entre las funciones más importantes del arte, está esa relación dialógica y natural que tuvo en sus días esta propuesta, sin embargo hoy toca ceder espacio a lo que pueda hacer la diferencia.

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