Algunos la conocen como Ana María la de transmisiones, otros, como Ana María Hernández o, simplemente, Ana. Delgada, de ojos verdes, sonrisa perenne, siempre con un llavero en una mano, casete de video en la otra y un abrigo ligero sobre los hombros.

Hace unos días, más de uno corrió a su casa para filmarla o fotografiarla y colocarla en las redes sociales. Todos tenían que celebrar el otorgamiento del Premio Nacional de Radio y Televisión, el más alto reconocimiento conferido en ambos medios desde 2002 por el conjunto de la Obra de la Vida.

Programadora de televisión, Ana María Hernández ya contaba con los lauros de Vanguardia y Cuadro Destacado del Estado en varias oportunidades, el de Artista de Mérito y Premio Pequeña Pantalla, sin que se le hayan “subido alguno para la cabeza”.

Está contenta, pero sin algarabía en su casa, desde donde trabaja para el programa Mesa Redonda, teléfono en manos, en estos tiempos de pandemia.

Llamé a las directoras de programas María del Carmen y Dulce, a la productora Vania, a la editora Rosa María. Ellas comentaron: “Ana nunca dice no, es historia viva de la televisión, tan confiable que muchos le daban sus documentales o programas para que se los conservara en la videoteca. Maestra, sin ella sería difícil trabajar, conoce donde están los discursos de Fidel, de cada acto político. Usted le decía busca esta imagen o tal párrafo, se viraba hacia los estantes y señalaba el casete, abría la caja, tomaba la guía y marcaba el minuto. No había equivocación. Todos los 31 de diciembre a las doce de la noche, puntual, estaba en el cubículo de trasmisiones para que nada fallara cuando se leían los comunicados por el nuevo año”.

Como todo ser humano ha sentido dolores, pérdidas, preocupaciones, comparte opiniones, escucha.

Conversando de su vida, me confesó que le encantaba junto a su esposo Miguel Ángel Masjuán, que ya no está, pasear por La Habana los domingos en las mañanas y terminar en la Plaza Vieja, donde se tomaban una cerveza dispensada.

Cuando coincidíamos solas por los pasillos del Instituto Cubano de Radio y Televisión –ICRT–, en mis tiempos de trabajo, me encantaba tararearle esa canción que dice, “Ana te vas a constipar, Ana por tu ventana, desfila todo el NTV”. Solo seguía con su sonrisa.

Sesenta y ocho años de labor, ¿imagina cuánta historia?

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