Hace unas horas me anunciaron, por teléfono, la muerte de Paco Prats. Tardé algunos minutos en reaccionar por el intenso impacto de aquellas palabras donde todo el dolor llevaba su nombre. Una avalancha de imágenes pasa frente a mis ojos, especialmente aquellas que me relacionan a los últimos casi tres años de su fructífera vida y el privilegio de considerarme un hijo. Tuve la rara suerte de compartir varias de sus mayores alegrías en esta etapa: sus confesiones para una larga entrevista publicada en Tribuna de La Habana, el secreto de una foto que le dedicara Libertad Lamarque, “a mi querido Francisco…”, el haber recibido la réplica del machete del Generalísimo y largas horas de conversaciones en su hogar, antes de recibir una nueva casa en su natal barriada de La Víbora, en Diez de Octubre, y el libro en formato digital Testigo de un sueño, con prólogo de Luciano Castillo, que nunca pudo ver materializado, aunque en este amplio volumen se recoge la historia del cine animado en Cuba, antes y después de la Revolución.

En su breve y humilde dedicatoria a los maestros Pepe Reyes, Lucas de la Guardia, Noel Lima, Pepín Rodríguez, Tulio Raggi y Sila Herrera, a los que ya no están, a las contemporáneas y futuras generaciones de cineastas, a todos los que de una forma u otra aman el cine de animación…” Paco Prats, adelantaba: “El haber tenido el privilegio de ser testigo del nacimiento de convertir un “sueño en realidad” me hizo asumir voluntariamente la responsabilidad de escribir esta “historia”, considerando que los que amamos el Cine de Animación “debemos vivir para él” y no pretender “vivir de él”.
Y ante el paso diario, mucho antes que el reloj doblara en su minutero sobre el minuto 30 de las 7 de la mañana, nos cruzábamos en el camino hacia la actual sede de los Estudios de Animación del Icaic, sobre el cual había declarado en su libro testamento: “Por uno de esos azares de la vida, casi participé en el parto, me correspondió ayudar a proteger su cuna y colaboré en el amamantamiento de la recién nacida criatura y, aunque no fui uno de sus padres naturales, pronto tuve que asumir la tarea de ser algo parecido a un tío o un padrino del Departamento de Dibujos Animados del Icaic (hoy Estudios de Animación)”.
Sobre su posible y natural partida bromeamos en muchas ocasiones, como si me hubiera preparado para un momento que no aceptamos cuando se tiene por familia a un imprescindible de la Cultura cubana que pertenece a todos por la extensa obra que contribuyó a realizar en esa institución cultural.
Gracias querido Paco