La Revolución cubana se erigió en preceptos y valores enraizados en patriotismo y anhelos de independencia nacional. A decir de su máximo líder Fidel Castro, luego de la victoria de enero de 1959, prevaleció junto al patriotismo, la conciencia, inteligencia, y capacidad de los hombres y mujeres de esta tierra, para con inquebrantable voluntad, sustentar la unidad del pueblo, y hacer la Revolución, invencible.

Los cubanos mantienen vigente las ideas y el pensamiento político del Comandante en Jefe. Sus acciones y discursos a lo largo de la historia son textos de referencia para las presentes y futuras generaciones y revisten significativa importancia al demostrar, cómo la unión de las fuerzas revolucionarias logra vencer los propósitos viles de los enemigos de la Patria.

Hoy, en el contexto del Centenario del natalicio de Fidel, algunos sujetos con disfraz de patriotas, pero buscando prebendas, van convirtiéndose de manera más o menos solapada, en pitiyanquis al servicio de potencias extranjeras. Por más de una centuria Washington ha pretendido dividir y destruir los procesos sociales, populares y participativos, como el que se construye en la Mayor de las Antillas, y en otros países que progresan en Latinoamérica, el Caribe, y otras regiones del mundo.

La estrategia actual de EE.UU. sigue siendo la que Fidel sabiamente avizoró: la de volver a imponer el sistema de dominación y dependencia tradicional instrumentado por sus centros de poder colonialistas e imperialistas. Y para ello siguen empleando métodos draconianos, chantajes, bloqueos, subversión, asedios e intervenciones militares, a lo cual suman campañas mediáticas para degradar y tergiversar la realidad de los pueblos, generalmente basadas en falacias y desinformación.

Ante esa cruzada imperial, recrudecida con el ascenso a la Casa Blanca del presidente Donald Trump, están más presentes que nunca las enseñanzas del máximo líder, quien advirtió de los intentos desestabilizadores e injerencia de Washington en asuntos internos y autodeterminación de otros pueblos.

Y como única forma de combatir esa ignominia, alertaba, de lo imprescindible de sostener la fuerza extraordinaria que representa la unión de los revolucionarios como parte inseparable del pueblo, y nos convocó a no olvidar los preceptos que el apóstol José Martí tuvo en cuenta al fundar el Partido Revolucionario Cubano, organización política única para conquistar la unidad indispensable para la Guerra Necesaria de 1895.

Fidel, profundamente martiano, también señaló en algunas de sus intervenciones, que, aunque no somos potencia mundial, sino un pequeño país, estamos dispuestos, afirmaba, a hacer nuestra contribución a la paz, pero lo que nunca, jamás, haremos, es renunciar a nuestros principios, dignidad, ideología, e independencia.

Y estos fundamentos siguen siendo premisa fundamental del proyecto socialista cubano en construcción, ese que enfrenta sistemáticas políticas de subversión y un criminal cerco económico-financiero recrudecido por la Casa Blanca, al vil extremo de incorporar a la Isla a una espuria lista supuestamente “patrocinadora del terrorismo”, cinismo de un gobierno capaz de mentir e intentar engañar y confundir a la opinión pública mundial para sustentar su estrategia de asfixia de la población cubana. Sin embargo, la falta de ética y carencia de verdad hacen que cada vez sea más rechazada la postura de los EE.UU., con respecto al noble y solidario pueblo de Cuba.

El Comandante en Jefe mantuvo también una sostenida fe en la juventud, el valor y accionar patriótico de las universidades, y particularmente demostró su confianza en los programas de Educación, destacando la Campaña de Alfabetización que trajo consigo avances importantes en los procesos de enseñanza del país.
Fidel, con sus conocimientos marxistas y como mejor discípulo de las ideas de Martí, “autor intelectual del Moncada”, legó al pueblo cubano el valor de la unidad, en defensa de la Patria e independencia nacional.

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