El criminal bloqueo económico, comercial y financiero del gobierno de los Estados Unidos de América contra la República de Cuba es cruel, antiguo y tiene record de extenso. Y cada año resulta más genocida por la repercusión brutal que tiene en la calidad de vida de la población de la Isla.

Y por si fuese poco, durante décadas fue convirtiéndose en un entramado jurídico, que enlaza leyes y regulaciones cada vez más agresivas orientadas a prohibir y regular unilateralmente por parte de Washington las relaciones económicas de la nación caribeña con ese país, pero también de forma violatoria del derecho internacional, lo condiciona con sanciones y amenazas a otros pueblos soberanos e independientes que interactúan comercial y financieramente, con la Mayor de las Antillas.

Aquellos que silencian o intencionadamente omiten las consecuencias de esa política de asedio injustificada y arbitraria se ponen al servicio de los que oprimen y tratan de asfixiar a su tierra y compatriotas.

Por solo mencionar algunos ejemplos, -aunque conocidos ampliamente por la membresía de las Naciones Unidas que cada Período de Sesiones vota a favor de la Resolución de Cuba contra ese absurdo bloqueo-, recordamos que la Isla tiene prohibiciones de usar el dólar estadounidense en sus transacciones, lo que impide tener cuentas bancarias en terceros países en ese tipo de moneda y acceder a créditos por parte de bancos estadounidenses o sus filiales en otros países.

Igualmente la Isla no puede acceder a créditos de instituciones internacionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo, la persecución es implacable y diabólica. ​

Y por si fuese poco, daña considerablemente lo más preciado de la vida humana, la Salud. Ni en etapa global de pandemia, EE.UU. permitió llegasen a la nación caribeña, equipos e implementos médicos como oxígeno medicinal, medios de diagnóstico, medicamentos varios, ventiladores pulmonares y los insumos necesarios para llevar a cabo fertilizaciones in vitro y trasplantes de diverso tipo debido a la imposibilidad de comprar productos estadounidenses.

Así quedó patentado en el Informe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba al cuerpo diplomático acreditado en el país y a la ONU sobre esta sensible problemática, que constituye un crimen de lesa humanidad por parte de una potencia desarrollada, contra un heroico pueblo que construye su modelo económico y socialista, con las peculiaridades de los cubanos que luchan y trabajan por una distribución más justa y equitativa de los recursos y los servicios para sus ciudadanos.

La incidencia del cerco estadounidense es de tal magnitud que solo en el periodo de marzo de 2024 a febrero de 2025, el bloqueo provocó pérdidas materiales estimadas en 7.556,1 millones de dólares, un aumento del 49 por ciento respecto al período anterior, y ello se debe en gran medida a la caída de ingresos por exportaciones y a la persecución financiera que obstaculiza las transacciones internacionales, pues el hecho de incluir cínicamente y sin solidez de argumento alguno, a Cuba en la espuria lista de Estados supuestamente “patrocinadores del terrorismo”, la convierte en país de “riesgo” para cualquier transacción, negocio e inversión, como declarase en el informe nacional, el canciller cubano, Bruno Rodríguez Parrilla.

El objetivo esencial de la Casa Blanca es provocar mayor asfixia económica a la Mayor de las Antillas, y provocar frenar el desarrollo socioeconómico, y las conquistas alcanzadas en sectores tan importantes para la población como las prestaciones sanitarias, educacionales, culturales, deportivas, empleo, seguridad social y otras que la Revolución concibió.

Y en los últimos tiempos la agudización del bloqueo tiene un impacto devastador en el sector energético, cuestión vital para el impulso de la economía cubana. Las carencias y angustias que provoca el criminal asedio son profundas, los ejemplos de esa maldad washingtoniana rebasan la civilización humana, por su record de ignominia. Solo cinco días de bloqueo equivalen al financiamiento necesario para la reparación de alguna de las centrales termoeléctricas necesarias del país, lo cual puede rondar entre los 100 millones de dólares, y solo el mantenimiento anual del Sistema Electroenergético Nacional precisa de un presupuesto de alrededor los 250 millones de dólares.

Y aunque existe interés por parte de naciones y empresas solidarias en apoyar la compleja situación, en muchas ocasiones la asistencia técnica y las piezas requeridas para reparaciones y mantenimientos tienen componentes estadounidenses, lo que obstaculiza su adquisición.

Así mismo, adquirir el combustible con precios altos en mercado externo y con la persecución imperial se hace difícil y con intermitencias, solo dos meses de bloqueo equivalen al costo de 1.600 millones de dólares para cubrir la demanda eléctrica nacional.

Y a esa barbarie se suman los 40 bancos extranjeros que se negaron a operar con Cuba, bloqueando 140 transferencias bancarias, y eso es resultado del chantaje y las presiones estadounidenses.

De ahí que pueda concretarse que los perjuicios a la economía, a precios corrientes, ascienden a más de 170 677 millones de dólares, cifra muy compleja para cualquier país, más aún para esta noble tierra asediada criminalmente. Y si se toma como referencia el valor del oro en el mercado internacional para evitar las fluctuaciones del valor del dólar, los daños acumulados superan los 2 000 000 103 897 (más de 2.1 billones) de dólares, lo que resulta una cifra exacerbada y atroz para una nación en desarrollo, y sitiada.

En Cuba, existe consciencia de que la crisis actual energética que afecta la vida habitual de los cubanos es resultado, ante todo, de las décadas de absurdo bloqueo acumulado, con una combinación de problemas estructurales internos, infraestructura envejecida, falta de mantenimiento, lentitud en la transición a las fuentes renovables de energía y daños por huracanes y otros fenómenos meteorológicos, han explicado funcionarios del sector. Y ello se recrudece con las más de 240 medidas draconianas instrumentadas por la actual administración norteamericana que preside Donald Trump con su mal intencionado asesoramiento por parte del inepto Secretario de Estado, Marco Rubio, muy comprometido con la mafia miamense que actúa contra la isla desde el sur de la Florida.

Washington cada vez aleja más las posibilidades de negocios mutuamente beneficiosos para sus ciudadanos y empresas, muchas de las cuales han mostrado interés en mejorar sus relaciones comerciales con La Habana, mercado importante y próximo a sus costas. Pero hasta el momento prevalece la arrogancia y la toxicidad impuesta por quienes llevan muchos años lucrando con el negocio de la contrarrevolución, la violencia, el terrorismo y el odio hacia la nación caribeña. Esos no solo dañan con creces a los cubanos de aquí y allá, su reunificación familiar y armónicas relaciones, perjudican, profundamente, al ciudadano estadounidense, a sus contribuyentes, envolviéndolos en esta madeja de asedio, prohibiciones de viajes, (que quebrantan su propia Constitución), y limitaciones de todo tipo con la bella Cuba de prodigiosa gente y naturaleza y cual quisieran visitar y conocer, no aquella Isla que tergiversadamente y plegada de falacias, proyectan sus agencias y medios miamenses y occidentales a su servicio.

Ya es hora de erradicar el vil bloqueo, degrada cada vez más al gobierno de los EE.UU. que se autoproclama “defensor de derechos humanos y democracia”, y muestra su verdadera imagen de vulnerador de esos principios y portador de los más ultra reaccionario y violento de esa sociedad que dice representar la modernidad y civilización del siglo XXI. Lo que realmente denota es incapacidad para convivir en el multilateralismo y el respeto a disímiles maneras de pensar y a la formación de sistemas socio-económicos diferentes erigidos por países soberanos, e independientes. NO AL BLOQUEO.
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