Martí avizoró tempranamente en su obra y el quehacer de su vida la importancia de crear conciencia para incidir en la transformación de la sociedad, y en la conducta del hombre. Y junto a esa concepción consideraba imprescindible sustentar la virtud, lealtad, honradez, el deber y patriotismo, entre otros valores requeridos en la formación de un hombre nuevo.

Y dentro de esos preceptos martianos estaba como cuestión primordial, educar y propiciar cambios en la conducta que favoreciesen la preparación de la niñez y la juventud como cantera de futuro, no solo de Cuba, sino de América. Opinaba que era la manera de mantener en alto las banderas de la independencia y erradicar la injusticia que tanto laceraba nuestros pueblos.

El Apóstol tenía plena confianza en las presentes y futuras generaciones, en los pinos nuevos y en los más pequeñines, los niños, a quienes consideró la esperanza del mundo.

En su obra existe un gran número de frases e ideas que denotan su ilimitada fe en la juventud, y en la importancia de desarrollar la mente en edades tempranas lo cual contribuía a lograr una adultez más sana, con fundamentos morales, amor, sentido de ética y patriotismo. 

Una de las expresiones del Maestro que ilustran su pensamiento sobre el rol de los jóvenes es la que reproducimos a continuación:

“El mundo tiene más jóvenes que viejos. La mayoría de la humanidad es de jóvenes y niños. La juventud es la edad del crecimiento y del desarrollo, de la actividad y la viveza, de la imaginación y el ímpetu. Cuando no se ha cuidado del corazón y la mente en los años jóvenes, bien se puede temer que la ancianidad sea desolada y triste… La educación empieza con la vida, y no acaba sino con la muerte. El cuerpo es siempre el mismo, y decae con la edad; la mente cambia sin cesar, y se enriquece y perfecciona con los años. Pero las cualidades esenciales del carácter, lo original y enérgico de cada hombre, se deja ver desde la infancia en un acto, en una idea, en una mirada”. 

En Cuba, el pensamiento martiano sostiene plena vigencia, la Generación del Centenario mantuvo la intrepidez, la energía y la osadía puesta en función de alcanzar la libertad y justicia frente a un régimen oprobioso y explotador como fue el de Batista en los años 50 de la pasada centuria. De ahí que esa generación considerase a Martí el autor intelectual del Moncada.

El patriotismo de los asaltantes a esa fortaleza de las huestes batistianas el 26 de julio de 1953 se puso de manifiesto durante la gesta emancipadora protagonizada por el máximo líder de la Revolución, Fidel Castro, con el Movimiento 26-7 y Ejército Rebelde compuesto entonces por cientos de jóvenes decididos a erradicar la ignominia e injusticia prevaleciente.

Y como contempla el ideario martiano, hoy también con los jóvenes, la Revolución Cubana construye su modelo económico y socialista. Son ellos el pilar esencial del avance socio-económico del país, no existe una modalidad de las nuevas formas de gestión estatal y privada en la que la fuerza juvenil no esté presente, aportando sus conocimientos, profesionalidad y cultura integral alcanzada durante estos años de duro bregar y también de conquistas en la Isla, a pesar del sistemático y recrudecido criminalmente, bloqueo de Washington.

La juventud cubana tiene enraizada las ideas martianas en cuanto a solidaridad, amor al prójimo, igualdad social, racial y de credo. Y son precisamente los jóvenes el baluarte inexpugnable en la defensa de la Patria, la misma convicción de salvaguarda de su tierra legada por Martí, y demás próceres de las gestas de independencia de Cuba.

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