Luego de dos fenómenos hidrometeorológicos y un sismo, que recientemente dejaron profundas heridas en los extremos oriental y occidental de la Isla, los estudiantes cubanos celebran la jornada dedicada a reverenciar a los jóvenes –de todo el mundo- que visten uniforme y ocupan pupitres frente a un pizarrón, envueltos en decisivas batallas restañadoras, en la que apuran esfuerzos, empeñados en disputarle el protagonismo a sus mayores.

Se sabe. La conmemoración tiene origen en un crimen de lesa humanidad. Primero fue el asesinato del estudiante checoslovaco de medicina Jan Opletal, quien falleciera a causa de las heridas que recibiera durante manifestación popular, en protesta por la invasión nazi a su país, que  fue violentamente reprimida por los ocupantes. 

A la implantación del terror, las protestas se multiplicaron y los universitarios se encargaron de llevar la voz cantante. Los genocidas racista respondieron con mayor crudeza, ultimaron a otros nueve educandos, enviaron 1200 de ellos a los campos de concentración y dieron la orden de cerrar todos los planteles de le enseñanza de nivel superior.

Indóciles por naturaleza y genéticamente rebeldes, ni siquiera el crimen pudo acabar con la vocación revolucionaria y el patriotismo de los jóvenes checos, ni de ninguna otra parte del mundo, porque, desde siempre, nadie como ellos para amar y defender las libertades públicas e individuales, por difíciles que sean los retos que hayan de afrontar.

Y si en algunos muchos otros lugares hoy toca conmemorar dando batalla por conquistar los derechos pisoteados, y a veces solo nadando en un mar de añoranzas y sueños, los jóvenes cubanos, en cambio -aun cuando en materia de trapos y lentejuelas es largo el camino por recorrer y llega magra la ración a la mesa-, tienen el privilegio de luchar por consolidar y ensanchar esas  cosas que hacen verdaderamente libre y dignos a los seres humanos.

El bloqueo hace de las suyas e internamente se le suma algún que otro error imputable a los hombres, y aunque todos, sobre todo los jóvenes- quisiéramos que las cosas nos fueran mejor, necesitamos que fueran mejor, y lo merecemos, frente a las carencias y limitaciones, la nación (casi) en pleno echa mano a la memoria, el mejor antídoto frente al transitar a contracorriente, y levanta la frente, en pie de lucha, contra estos nuevos demonios que acechan a la Patria y el resto del mundo, también con jóvenes, estudiantes (y trabajadores) a la vanguardia. Confiados desandan con la certeza de que los sueños son viables en Cuba.

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