Foto: Tomada de Radio Habana Cuba

En las múltiples referencias que hiciera de José Martí, el destacado cronista cubano Eladio Secades (La Habana 1908-Caracas 1976), siempre esgrimió el criterio de que al Héroe Nacional más que citársele había que parecérsele.

La voz autorizada por el reconocimiento internacional de quien fuera merecedor del importante premio literario Alfonso Hernández Catá, al hablar del acercamiento que en su tiempo (la pseudorpublicana) se hacía al más universal de sus hijos, apuntaba: “…no aman a Martí imitándolo. Lo aman recordándolo para buscar una ovación”.

Si en algo a Secades le asistía toda la razón fue en defender el presupuesto de honrar a Martí con el empeño de igualarle, con el  argumento de que para ello, era imprescindible conocerle, lo cual exigía leer a los mejores biógrafos y analistas de su vida y obra, pero sobre todo, con la aproximación a todo cuanto el mismo dejara escrito.

Y precisamente eso hizo, Fidel Castro, joven abogado que lidero a los jóvenes de la Generación del Centenario de Martí, que asaltaron el cuartel Moncada. Su acercamiento al quehacer del artífice y organizador de la Guerra Necesaria le llevaron al convencimiento de que el máximo exponente del principio de la unidad como coraza y arma frente las amenazas y pos de todos los propósitos, representaba para los cubanos la idea del bien.

Así lo dijo tácitamente en estos tiempos, pero ya lo había dejado ver durante la farsa de juicio seguida tras los sucesos del 26 julio, en el oriente de la Isla. Fidel proclamó a Martí como el autor intelectual de los acontecimientos y expuso las razones por las cuales caracterizaba al movimiento que nucleaba a los revolucionarios de donde fueron escogidos a quienes, en su nombre, se fueron a honrar a la Patria frente a los muros del Moncada, por su importancia, la segunda fortaleza militar que defendía el régimen tiránico que entonces imperaba

¿Y qué pueden encontrar quienes se acerquen a los poemas, discursos, ensayos, cuentos… de Martí? Bueno, además de elevados recursos literarios y el dominio perfecto de los principios y la técnica del género empleado, además de saberes de distintos tipos -literarios, científicos, políticos, entretenimiento, retratos de la época...-  en sus textos destaca el elevado patriotismo, transmisión de valores éticos y el humanismo.

No por gusto Martí es considerado Apóstol de nuestra independencia. No por gusto, Héroe Nacional. No por gusto, justo la víspera del centenario, que iluminó la noche, en recorrido, de ideas y antorchas, desde la Escalinata de la Universidad hasta la Fragua Martiana, en un digno para resucitarle de la muerte que pretendía causarle el horror derivado del zarpazo militar perpetrado casi un año antes (10 de marzo de 1952).

En su alegato de defensa -La Historia me absolverá-, Fidel, en 15 oportunidades hace referencia por su nombre al Héroe Nacional, y otras siete veces cita fragmentos de su obra y su poesía, prueba evidente, no solo de su admiración, también testimonio del profundo domino de su obra.

Ya victoriosa la Revolución, Fidel, en múltiples oportunidades, promulgó que los cubanos admiran y reverencia a Martí  admiramos infinitamente por su gigantesca tarea, su papel de formador de una conciencia revolucionaria en el seno de nuestro pueblo, por su talla de intelectual brillante, su condición de hombre de extraordinaria inteligencia, poeta de exquisita sensibilidad, que consagró su talento a la lucha revolucionaria, como hombre de acción y de palabra.

Es esta y no otra la conclusión a sacar: En José Martí culminaron todas las tradiciones cubanas de la palabra, cuyo esbozo y desarrollo vimos en épocas anteriores. Su figura recuerda lo que los místicos orientales llaman el alibi, capaz de crear por la imagen de la realidad. Su importancia rebasa los límites de nuestra frontera, para ser una figura universal en las perspectivas que proyecta.

Sin lugar a dudas, la obra de nuestro Héroe Nacional es premisa indispensable.

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