Durante más de sesenta años las administraciones que han ocupado la Casa Blanca han venido errando, profundamente, en su comportamiento con respecto a Cuba.

El análisis responsable de la política de Washington hacia la Isla, su apoyo logístico, material y financiero a grupos batistianos desde inicios de la Revolución y la continua estrategia de apoyar a elementos delictivos, terroristas y contrarrevolucionarios para instrumentar acciones violentas e intentos desestabilizadores orientados a quebrantar la institucionalidad y tranquilidad ciudadana en la Mayor de las Antillas, solo puede conducir la política estadounidense, a un total descrédito y fracaso.
Cubanos de más de tres generaciones han crecido bajo la ignominia que representa el bloqueo económico, comercial y financiero que tiene récord de extensión y recrudecimiento. Los niños, adolescentes, jóvenes y demás ciudadanos de la Isla han sido víctimas de medidas extremas de sanciones y disposiciones por parte del gobierno de EE.UU para provocar carencias y fomentar la persecución a las transacciones comerciales a Cuba, con prohibición además del uso del dólar, a lo cual se añaden disímiles penalizaciones a terceros países, incluyendo a bancos extranjeros que asuman relaciones financieras con la Mayor de las Antillas.

Y por si fuese poco, Washington muestra mayor falta de ética y racionalidad al incluir a la principal víctima de asedios por parte de los Estados Unidos, es decir, a Cuba, en una lista espuria de “naciones patrocinadoras del terrorismo”, una burla de mal gusto a la inteligencia, y el decoro de la humanidad.
La comunidad internacional conoce cuánto daño a significado para la nación caribeña el terrorismo orquestado y ejecutado desde la Florida, lo cual ha dejado en estas décadas, más de tres mil muertos, y cifras similares de incapacitados y heridos.

¿ Cómo podrían los cubanos y compatriotas de buena voluntad del mundo, olvidar los jóvenes inocentes, deportistas cubanos que victoriosos regresaban a la Patria el 6 de octubre de 1976 y fueron asesinados en pleno vuelo en aguas de Barbados, a causa de explosivos ubicados por terroristas al servicio de la CIA y de patrocinadores de ese flagelo como Luís Posada Carriles y Orlando Bosh, (ambos ya fallecidos en EE.UU), cobijados en el país autoproclamado “ paladín de la lucha contra el terrorismo”?

Si mantener a la Isla bloqueda es de por sí un acto de lesa humanidad, tenerla en una relación de terroristas es aún un crimen de mayor envergadura, por lo indigno e inmoral de esa decisión que desacredita y a la vez desaprueba con creces a Washington, por lo injustificado y abusivo del accionar de la adminsitración de turno que preside Joe Biden, quien sigue siendo en este sentido una calcomanía del ex dignatario Donald Trump, al sostener esa barrabasada y arbitraria medida.

Cada día que pasa, el comportamiento del gobierno norteamericano con respeto a Cuba recibe mayor rechazo de la comunidad mundial. La ONU es ejemplo del aislamiento de EE.UU. en su estrategia de cerco a la nación caribeña, con el contundente apoyo internacional a la eliminación del bloqueo.

La Isla no promueve sentimientos de odio ni tampoco agresiones contra los estadounidenses que en su gran mayoría no comparten la política anticubana de sus autoridades.

Nadie cree las falacias cotidianas que teje la Casa Blanca en busca de pretextos para sostener su guerra económica y mediática contra el pueblo cubano, ese que tiene como característica esencial, el ser solidario, hospitalario, emprendedor, noble, patriota, y muy celoso de su independencia y derecho a la autodeterminación.

Si se impusiera en la administración Biden y particularmente en el Congreso de EE.UU, la sensatez, el pragmatismo, la coexistencia pacífica y buena vecindad entre los países, de seguro florecería la paz, el intercambio comercial, académico, científico, cultural, la seguridad en temas migratorios y batalla contra el delito, la trata de personas y el narcotráfico, flagelos que afectan la región.

Lamentablemente, el gobierno de los Estados Unidos sigue apostando a una política profundamente errada por el motivo principal de complacer al lobby de la mafia cubano-americana.

Y precisamente son esos grupos ultrareaccionarios, pero con poder económico, los que durante años vienen imponiendo actos de terror y chantajes, a pesar de no representar a toda la comunidad cubano-americana radicada en ese país la cual anhela relaciones normales con su tierra de origen.

Los millones de estadounidenses que cohabitan los diferentes estados de ese gran territorio están hastiados y hasta atónitos ante tantos años de conflictos, exacerbación de odios, violencia, subversión y sobre todo, observar cómo algunos rufianes y corruptos que generalmente pululan en Miami ensanchan sus bolsillos con el dinero de los contribuyentes norteamericanos. Son los mismos que para seguir viviendo de ese negocio lucrativo emplean tradicionales pretextos de destruir la Revolución y el sistema socialista, que a lo cubano, el pueblo de la Mayor de las Antillas está construyendo.

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