La inmensa mayoría de los países que conforman la Organización de Naciones Unidas demandan la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos de América contra Cuba. Cada año, la Asamblea General rechaza esa política criminal y extraterritorial la cual además irrespeta el derecho internacional. Sin embargo, la Casa Blanca con su peculiar prepotencia continúa recrudeciendo esa estrategia de asedio genocida e irracional que vulnera los principios que enarbola la ONU desde su fundación.

A pesar del cacareado “ libre comercio y democracia” que tradicionalmente proclama Washington resulta notable la falta de voluntad real por parte de sus administraciones de establecer vínculos con naciones que profesan formas de pensar o sistemas socio-económicos, diferentes.

La Isla, por ejemplo, logró su independencia luego de centurias de arduo batallar contra el colonialismo y posterior neocolonialismo, y actualmente construye un proyecto de desarrollo socialista más participativo, inclusivo, y cual trata de distribuir a la población  recursos y servicios esenciales lo más equitativo posibles. De no existir las muy complejas condiciones que impone uno de los cercos más férreos y extensos que la historia de la humanidad haya conocido contra pueblo alguno, sus conquistas serían superiores.

El pueblo estadounidense es también rehén de su gobierno al vulnerar este sus derechos humanos, limitandolos de viajar, negociar, e invertir en tierra cubana lo cual solicitan miles de norteamericanos por lo beneficioso que sería para ambas partes por la cercanía de los dos países. Con ello quebrantan además postulados de la Constitución de EE.UU. que permite a sus ciudadanos visitar y ejercer turismo en otras naciones. Pero para justificar el absurdo y la ignominia de ese comportamiento incluyen a Cuba en una espuria lista de “ países patrocinadores del terrorismo”, algo solo concebido en mentes enfermas o mal intencionadas.

Desde hace más de sesenta años vienen privando a millones de compatriotas de esta noble y aguerrida Isla, de adquirir tecnologías para viabilizar su despegue económico. Y más cruel resulta, cómo obstaculizan el acceso a créditos y financiamientos para comprar alimentos, medicinas, combustible y equipos para los sectores de Salud, Educación, Cultura, entre otros artículos que precisa cualquier país para la sostenibilidad de su desarrollo.

Así mismo, voceros al servicio de esas maquiavélicas estrategias de asfixia contra estados soberanos instrumentan campañas de desinformación y tergiversación de la realidad cubana a través de redes sociales y otros medios de comunicación carentes de transparencia y objetividad. Estos con su decadente actividad profesional van ocupando un precario lugar en el mundo noticioso al repetir y redimensionar falacias creadas por entes que además de omitir las consecuencias del bloqueo, sirven a intereses de la mafia cubano-americana esencialmente radicada en la Florida que desde hace muchos años viene obteniendo sustanciales dividendos, a costa del negocio de la contrarrevolución.

Esos personajes son precisamente los mismos que pagan a sicarios y delincuentes para realizar acciones subversivas y terroristas contra el pueblo cubano, utilizan métodos violentos y de corte fascista para desacreditar la institucionalidad y socavar la tranquilidad ciudadana. Desconocen leyes internacionales, presionan a parlamentarios de Latinoamérica y Europa con el propósito de sumarlos a la vil y genocida cruzada contra la Mayor de las Antillas.

Recientemente grupos de ultra reaccionarios señores que dicen ser “ defensores de la democracia” mostraron una vez más su doble moral y escaso intelecto al agredir de forma violenta y vulgar a músicos del grupo Buena Fé en gira por España y otras regiones de la Unión Europea. Igualmente ocurrió con el actuar ante la reconocida poestisa Nancy Morejón, todos dignos representantes de la cultura cubana. Situaciones como esas obedecen a niveles de degradación y falta de tolerancia alcanzados por algunos adversarios de la Revolución que no comprenden que sus inapropiadas conductas afianzan más la repulsa de la mayoría de la comunidad internacional, y particularmente de los hombres de buena voluntad del mundo.

Bloqueos, sanciones, asedios, campañas de hostilidad, de falacias, y estrategias de subversión clasifican como actos de lesa humanidad, pero contribuyen a unir más a los pueblos en torno a la defensa de la Patria. Esa política de barbarie, (obsoleta en esta era de civilización del siglo XXI) continúa vigente y recrudecida por Washington, contra Cuba.

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