Este domingo, 26 de marzo, miles de cubanos despertaron antes de lo acostumbrado. Aún con las sombras de la noche, salieron a las calles para dar inicio a una patriótica jornada de compromiso con la Patria. Muchos de ellos tenían responsabilidades que asumir en las elecciones de los diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular. Otros debían marchar a sus centros de trabajo (porque pese a ser domingo, hay servicios que no se pueden parar), y querían ejercer desde temprano su derecho al voto.
En la mente de ellos estaba clara una cosa, la asistencia a las urnas en Cuba es un derecho, y si bien no es obligatoria como en otros países, sí constituye un deber ciudadano. Por tanto, ejercer o no tal derecho, es una prerrogativa de cada persona. Pero no fueron solo esos madrugadores quienes acudieron este domingo a las urnas, pues durante todo el día siguieron llegando las personas a sus respectivos colegios electorales.

Todo ello, pese a los llamados y ataques mediáticos realizados desde Estados Unidos para conminar a no acudir a los colegios electorales. La esperada victoria del pueblo se esbozó antes de la medianoche, horas después las cifras y calidad del voto demuestran la consistencia de la Revolución cubana. Es que aprendimos, desde hace mucho, a pensar con cabeza propia, a no dejarnos manipular.
Claro que somos conscientes de las consecuencias del bloqueo, agravado con 243 medidas adicionales, y nos duele que los problemas se acumulen: la falta de medicamentos y un sin fin de otros productos. Por supuesto quisiéramos que el país pueda adquirir medios de transporte público, bajaran los precios de alimentos y servicios comercializados, la continuidad del bacheo de los viales, entre otros. Pero ello no quiere decir le hagamos caso a los designios que se dicten desde Estados Unidos con el único fin de desunirnos. Por ello, las votaciones de este 26 de marzo en Cuba, a donde el pueblo acudió en mayoría, constituyen una nueva muestra de unidad, independencia y soberanía en cuanto a la decisión de continuar perfeccionando nuestro propio sistema social sin que nadie venga a decirnos cómo debemos vivir, pensar, actuar, como si todo eso, desde hace mucho, no fuésemos capaces de hacerlo.

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