En este último se debatió acerca de los desafíos de la prensa hacia el cambio del modelo de gestión editorial y económica. Tribuna de La Habana pone en consideración un artículo que responde a una de las cuestiones señaladas por el Presidente de la República en la clausura del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba.

“Es una realidad que Cuba enfrenta todos los días, mientras persiste en su voluntad de construir una sociedad más justa, soberana y socialista, en paz con el resto del mundo y sin interferencias o tutelas extranjeras.

“¡¿Usted es periodista?!” exclaman sorprendidos los que no le conocen cuando descubren a que se dedica aquel profesional que le resulta cercano de la cola, de la guagua, del barrio, seguido de una pregunta para satisfacer los requerimientos de nuevos elementos interrogantes o la aclaración argumentada sobre determinado tema. Sin embargo, no siempre estamos preparados para ese preámbulo".

La escena se repite con bastante frecuencia, a veces a cada paso, y en cualquier lugar donde se reúnen más de tres personas (salvo que se trate de “fósforos de una misma caja”, una expresión popular para identificar posiciones sociales, culturales o políticas). Sucede, reitero, en las colas, al subir a un taxi, en la barbería y hasta cuando acudimos al médico.

Quienes hemos optados por la que –al decir del Gabo– es la profesión más solitaria, pero más reconfortante del mundo, no nos queda otra alternativa que cerrar los ojos, tomar aire y tratar de no defraudar. O, en el
peor de los casos, simplemente, encogernos de hombros, asumir estar menos informado que el interlocutor, y hasta correr el riesgo de la decepción del interpelante, su molestia o, en el mejor de los casos, la insatisfacción con un rictus decepcionante.

Siempre hay –y habrá– quien tenga sed de saber más allá de lo que se rumorea. Claro, y está muy bien que así sea. Es un derecho.

Pero, también mortales humanos, al fin y al cabo, los periodistas –por más que quisiéramos– no siempre estamos preparados para responder a un abanico tan amplio de dudas.

Ocurre. Nos plantean requisitorias de las más insólitas, que también sufren, a diario, los colegas especializados en deporte ante un fanático; los dedicados a temas de economía, en cuyo caso, muchas veces, terminan asesorando sobre en qué conviene invertir, etc.

Probablemente lo padezcan también los abogados, médicos e incluso los directores técnicos de los equipos competitivos. Ah, pero con la diferencia de que cada uno responde sobre sus ámbitos específicos: un conflicto judicial, sobre este o aquel dolorcito, o los precios; pero a los periodistas se nos exige saber de todo. No nos perdonan, que en virtud nuestro trabajo (deber), no estemos bien informados.

Aplaudo que nos reclamen estar al tanto de todo cuanto se habla y pasa “en la calle”, pero también pido un poco de sensatez y comprensión. No somos enciclopedistas, y, en ocasiones, es menester que nos concedan una tregua, en virtud de que no es la pregunta incómoda la que nos causa contrariedad. Realmente nos molesta no poder ofrecer una respuesta; sobre todo, cuando no la tenemos.

La mayoría de los periodistas, tal vez por mera cuestión de hábitos, nos sentimos mucho más a gusto si en lugar de responder somos quienes hacemos las interrogantes. Pero ya lo dijo el poeta, a nombre de sus congéneres: “Yo vivo de preguntar, saber no puede ser lujo”.

Las personas necesitan y quieren tener en los medios de comunicación y sus hacedores, la fuente esencial a la cual acudir cuando de informarse se trate.

Pero para eso, el periodismo tiene que estar conectado con la realidad. Lograr que “los otros”, los lectores y hasta quienes no quieren o no puedan leernos, se vean en nuestras páginas y otros espacios del sistema de prensa, mejor reflejados que un espejo.

Se trata de acabar de llevar a la convergencia el paralelismo entre la agenda mediática y la pública, un mal que comienza a ceder frente a la dinámica que nos impone el desarrollo de la Internet en Cuba, con acceso a millones de personas.

La apertura de espacios para el debate público promovidos desde la agenda del gobierno electrónico y con el apoyo de la máxima dirección del Partido para cumplir las exigencias de un periodismo más eficaz frente a la guerra mediática que se nos hace por el gobierno de Estados Unidos y sus aliados, es una realidad.

Cito las palabras del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del 8vo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, el 19 de abril de 2021:

“La alta concentración, diversidad y complejidad de los medios de comunicación actuales, de las herramientas tecnológicas que sustentan las redes digitales y de los recursos empleados en la generación de
contenidos permiten a grupos poderosos –fundamentalmente desde los países altamente desarrollados–, convertir en patrones universales ideas, gustos, emociones y corrientes ideológicas, muchas veces completamente ajenas al contexto que impactan.

“Para estos hechiceros de la comunicación, la verdad no solo es negociable sino peor aún: prescindible. A través de la diseminación de matrices mentirosas, manipulaciones e infamias de todo tipo, contribuyen a promover la inestabilidad política en el intento de derrocar gobiernos, allí donde no se ha logrado quebrar la voluntad de una nación libre e independiente”.

Acaba de hacerse público el anteproyecto de la anhelada, pedida y necesaria Ley de Comunicación Social. Esa será la premisa indispensable para acabar de poner los puntos sobre las íes; a favor de cubrir las expectativas en el espectro más amplio posible y, en la misma medida, armonizar los intereses y el bien, comunes, reclama la participación de todas las voces.

Ver además:

Por una gestión competitiva y accesible para la población