El panel Mujeres con ciencia reunió en  la Casa del ALBA Cultural de La Habana a destacadas exponentes de las ciencias cubanas, a propósito del Día Internacional de la Mujer.

Organizado por la Editorial Nuevo Milenio, el encuentro contó con la presencia de las doctoras en Ciencias Mariela Castro Espín, Rosa Campoalegre, Yamila González Ferrer y Belinda Sánchez, quienes desde sus diferentes ámbitos compartieron criterios sobre los avances femeninos y las brechas que impiden aun alcanzar la plena equidad.

Castro Espín, doctora en Ciencias Sociológicas, destacó que la ciencia cubana está perdiendo los significativos aportes de las mujeres científicas que han asumido la responsabilidad de los cuidados de menores, ancianos y familiares como problema de salud, incluso en el sector de la biotecnología, con un costo para la sociedad.   

En los últimos 10 años de los cuales se tiene información, dijo la también directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), las mujeres han predominado como personal administrativo y técnico, han tenido un comportamiento favorable en la categoría dirigente, pero no han logrado rebasar el 36 por ciento.

“Estamos contentísimas con lo que hemos logrado, pero tenemos que seguir escudriñando y buscando todos los sesgos patriarcales y androcéntricos que se atraviesan en nuestras vidas profesionales y, sobre todo, de las mujeres científicas”, exhortó.

Foto: Raquel Sierra

La relación de igualdad de oportunidades que ofrecen las políticas de la revolución y los resultados, se aprecia en las investigaciones, señaló y ejemplificó como las mujeres trans, con igualdad de oportunidades en la salud y la educación, suelen enfrentar el bullying transfóbico que las llevaban a abandonar los estudios en etapas tempranas, lo que cercenaba sus potencialidades para el empleo y, cuando además eran expulsadas de sus casas, era la prostitución.

“Las conquistas de las mujeres en la revolución, sus aportes y beneficios, reconocidos y legitimados, junto a los avances en la educación integral de la sexualidad, nos llenan de orgullo, pero también de capacidad crítica para problematizar las contradicciones y posicionarlas en una agenda política, que nos permita monitorear su cumplimiento, impacto y efectividad”, destacó.

Castro Espín enfatizó que en todas las nuevas políticas económicas y sociales, diferentes programas y las directrices nacionales, están las investigaciones de científicas cubanas de las ciencias sociales.

La socióloga Rosa Campoalegre, socióloga, del grupo de estudios sobre familias del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS) y al frente de su Cátedra Nelson Mandela, destacó la amplia diversidad de género, edad y color cubano del auditorio, recordó a la poetisa Georgina Herrera (1936-2021) y se refirió a la existencia y las contribuciones de los feminismos negros en Cuba.

Las feministas, aseveró Campoalegre, hace mucho que sabemos que hay muchos feminismos, tantos como la diversidad de mujeres, y mientras haya corazones, pensamientos y barreras que deconstruir, habrá feminismos negros y otros muchos feminismos. La profesora e investigadora aclaró que los feminismos negros no nacieron en Estados Unidos, “eso es manipulación, es hegemonía del poder, del saber y del género, que eso es colonialidad. Los feminismos negros nacieron en África, con el performance político que cada mujer negra hizo ante sus captores, en el barco negrero, nacieron ahí con Carlota* en Cuba, con su performance de liderazgo contra el colonialismo español”.

Campoalegre se refirió a las iniciativas desarrolladas, entre ellas la propuesta de un programa académico más allá del Decenio dedicado a los pueblos afrodescendientes, hecha al Consejo Latinoamericano en Ciencias Sociales (CLACSO), llamando la atención de que esta iniciativa de Naciones Unidas no alcanzó los objetivos previstos.

Campoalegre llamó la atención sobre los diferentes puntos de partida y la experiencia afrodiaspórica común de América Latina, que debe ser profundamente estudiada y no folclorizada, que se une a la agenda antirracista de la región; la decolonialidad, que implica el enfoque interseccional, que significa la búsqueda de otros caminos, alternativos para la resistencia, el pensamiento crítico y las propuestas del cómo; y entender qué son los feminismos negros, que son diferentes por sus contextos; por sus historias, los grupos sociales que anidan dentro; las generaciones, las identidades de género y orientación sexual.

Al caracterizar a los feminismos negros, “somos feministas porque luchamos contra el patriarcado, es un insurgente, viene desde los márgenes, es teoría crítica, es un campo de batallas y a su vez, un lugar de enunciación, porque es el punto de vista de las mujeres negras, que es diferente por las condiciones históricas en que hemos llegado a la lucha por nuestra liberación”.

La jurista Yamila González agradeció ser incluida en un panel de científicas, toda vez que generalmente, se mira el derecho como algo operacional y no desde su contribución a la sociedad y que con su carácter multidmensional y dinámico no solo es una letra fría, que debe cumplirse, sino que esa letra de la ley lleva en sí misma todas las transformaciones y los cambios que desde lo axiológico, sociológico e histórico se va dando en la sociedad.

González destacó que los principales puntos neurálgicos con respecto al proyecto del Código de las Familias (matrimonio entre personas del mismo género, adopción y cambio en la denominación de patria potestad por responsabilidad parental), “están vinculados a todos los estereotipos patriarcales y machistas que existen en nuestra sociedad”, además de que no pocos, sin leerlo, asumen criterios e interpretaciones de terceras personas que, por ignorancia unos y por mala intención otros, están manipulando estos contenidos del proyecto.

La jurista enfatizó que una cosa es mi opinión sobre que me guste o no algún modelo familiar y quiera acogerme o no a él y otra bien diferente “es pretender en nombre de ese derecho que tengo de que no me guste, limitar el derecho de otras personas a disfrutar su vida y su proyecto de vida como entiendan y ser protegidos por el derecho, porque de esto se trata estamos hablando de una cuestión de derechos, de derechos humanos, de protección y de garantía”.

Foto: Raquel Sierra

A su juicio, es grande el reto que tenemos de darle una cultura jurídica a nuestra población, “una cultura de derechos para que puedan entender cuáles son los límites entre mi opinión y una posición discriminatoria”.

La doctora en Ciencias Biológicas Belinda Sánchez, el Centro de Inmunología Molecular (CIM), se refirió a su experiencia como parte de equipos científicos, mayoritariamente integrados por mujeres. La científica consideró que una de las cosas que debemos aprender las mujeres “es a reconocernos, sabernos, lindas, capaces, fuertes, inteligentes, iguales. Más allá del trabajo que hay que hacer a nivel social, hay que hacerle entender a la mujer lo que ella es”.

Cuando estudió la carrera de bioquímica, el 90 por ciento eran mujeres, al igual que en biología y la microbiología; en los proyectos de vacunas COVID-19, constituían más del 50 por ciento, en tanto, en las tres plantas buena parte del equipo es femenino y dos son dirigidas por mujeres, destacó Sánchez, quien confesó que estos temas no se hablan mucho en el laboratorio, tal vez por el hecho de poderse realizar como científicas. 

Para llevar adelante esas misiones es vital el apoyo de las familias, dijo y admitió que en no pocas ocasiones, las mujeres asumen el cuidado de los niños en edades pequeñas y la atención durante enseñanza primaria, aun cuando los padres están capacitados para hacerlo.

Por otra parte, destacó, que en tiempos de pandemia, cuando se han vivido discusiones científicas importantes, las opiniones femeninas siempre fueron muy respetadas por sus compañeros hombres. “Aun cuando en estos proyectos han participado mujeres y hombres, ellas han sabido poner su impronta y sensibilidad, el extra que hace falta a veces para que la unión entre los colectivos sea real y los resultados se logren más rápido”.

Carlota: Carlota, llamada también La Negra Carlota, ​ fue una mujer negra lucumí esclavizada y  que lideró​ la sublevación de esclavos del ingenio azucarero Triunvirato, en la provincia de Matanzas, el 5 de noviembre de 1843, que logró a las dotaciones de los ingenios Ácana, Concepción, San Lorenzo y San Miguel, además de numerosos cafetales y fincas ganaderas.

Perseguida por las tropas del gobernador español, Carlota y sus compañeros de rebelión fueron apresados en desigual y encarnizado combate. Tras su captura, todavía viva, los militares la ataron de pies y manos a sus caballos, que tiraron de ella en sentido contrario hasta desmembrar su cuerpo.​

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