Dando fe de vida, humanidad y solidaridad, el 29 de marzo de 1990, ante el reclamo de ayuda por uno de los desastres nucleares más lamentables de la historia, Cuba recibe a los primeros niños de Chernóbil en las instalaciones del campamento pioneril “José Martí”de Tarará, ubicado en el capitalino municipio de La Habana del Este. Con ello, se iniciaba el programa de atención médica integral, masivo y gratuito, destinado a niños de áreas afectadas por el accidente.
El 26 de abril de 1986 estalló el cuarto reactor de la planta nuclear de Chernóbil, en Ucrania. La catástrofe contaminó un área de cerca de 140.000 km², provocando una oleada de enfermedades relacionadas con la radiación en ese territorio.
Ante esa lamentable tragedia, se instrumenta en Cuba un programa multidisciplinario en que estuvieron vinculados cientos de trabajadores de la Salud y la Ciencia, permitiendo durante más de 21 años que se trataran y rehabilitaran alrededor de 26 114 pacientes, el 84 % niños procedentes, fundamentalmente, de Ucrania, Rusia y Bielorrusia.
Al unísono, se desarrolló la colaboración médica cubana en el propio territorio ucraniano. Los tres mejores especialistas del país en patologías más frecuentes en la niñez, Martha Longchong, José Manuel Ballester Santovenia y José Ricardo Güell González, viajarían de inmediato a Ucrania.
Fue la respuesta inmediata, desinteresada y humanitaria del gobierno cubano a solicitudes de organizaciones sociales de la ex Unión Soviética, programa en el que se trabajó ininterrumpidamente hasta el 24 de noviembre de 2011, rectorado y dirigido por el Ministerio de Salud Pública en coordinación con numerosas instituciones, empresas y organismos del estado. Su objetivo fundamental fue brindar atención médica altamente especializada y, desarrollar, en un ambiente apropiado, un plan sanatorial de rehabilitación, con acciones integrales de salud.
El Ministerio de Comunicaciones garantizaba la comunicación telefónica de los niños con sus familiares; el Ministerio de Transporte apoyaba en el traslado de los pacientes hacia los hospitales, centros médicos y excursiones, como parte de su rehabilitación psicológica, mientras el Ministerio de Cultura organizaba las actividades culturales.Toda la sociedad, de uno u otro modo se involucró; se disponía de traductores, profesionales de diferentes sectores y del propio sistema de Educación.

Con el programa, un número significativo de niños recuperó su salud, sirvió como referencia para todos los interesados en el tema de la atención médica ante situaciones de desastre y permitió comprender las secuelas de uno de los más graves accidentes en la historia de la industria nuclear.
Asimismo, no solo constituyó una experiencia médica y científica sino un gran aporte en lo humano y de intercambio cultural. Un ejemplo de la tradición internacionalista, solidaria y humana de la Revolución Cubana que se extiende hasta el día de hoy. Los niños de Chernóbil encontraron en Tarará su segunda casa, incluso algunos se quedaron a vivir en el país.
(Fuentes: Con información de Radio Reloj, www.cubadebate.cu, scielo.sld.cu, misiones.minrex.gob.cu)
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