Acercarse a la vida de nuestro José Martí siempre constituirá un sublime gesto de justicia, utilidad y virtud. Con mucho de razón, visionario y genio, se apresuró en sentenciar: honrar, honra. Y entre nosotros nadie más que él es merecedor.
Martí es el más universal de los cubanos, artífice principal de nuestra independencia, intelectual de talla extra; no por gusto también Héroe Nacional de Cuba.
Como soñó y proclamó en sus versos, murió de cara al sol. Su vida fue corta, pero intensa. Contaba tan solo 42 años cuando, el 19 de mayo de 1895, cayó en Dos Ríos, en la zona de Jiguaní, actual provincia de Granma. Encaró a la muerte con valor, tal cual proclamara: “…no aflige ni asusta a quien ha vivido noblemente: sólo la teme el que tiene motivos de temor: será inmortal el que merezca serlo”.
Con la claridad de un sabio y la experiencia de un hombre de mil años, apenas jovenzuelo -eso sí, cargado de poesía, marcas de grilletes y la historia del mundo toda en el corazón- convenció y logró unir a los cubanos, cuando parecía imposible.
Y después de tanta arenga, conspiración y riesgos, le fue arriba a las tropas coloniales con la carga necesaria. Y como no se hizo la libertad con la derrota de España, regresó en el año de su centenario y volvió a arengar con su eco perdurable, convenció y unió, en un arrastre torrencial, en busca de la ansiada independencia.
Muchas victorias han grabado tu nombre, junto al de Cuba. Podrían decirse todas, en acto de justicia. Inspiras, mandas, guías, obligas a la reverencia. Por eso no te queremos santo, ni mármol esculpido, ni siquiera patrimonio luminoso en exclusividad, sino faro inapagable de Latinoamérica, “balanza ética para el equilibrio del mundo”, sol que abrace a todos los de martiana estirpe. ¡Por siempre! Te lo has ganado.

            
            
            
            
            
            
            
            
            
            
            
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"Será inmoral quien merez a serlo, necesarias palabras de Martí. Gracias por traerlo Argudín Sanchez