Desde hace unos años, el corazón le tiende trampas; pero ella, guerrera de mil batallas, resiste y vence.
También lo hizo con la COVID-19.
Zonsoles de las Mercedes Guerra Villar, de 67 años y especialista en Gestión Documental de la Empresa de
Aseguramiento y Servicios del Ministerio de la Agricultura, nunca supo cómo se contagió. Por su edad, su cardiopatía isquémica e hipertensión, apenas salía al médico y ninguno de sus 15 contactos resultó positivo.
“Me ingresaron en la madrugada del 12 de mayo, en el hospital Salvador Allende (Covadonga), con mucha falta de aire, como si me estrangularan. Estuve tres días como sospechosa hasta que llegó el PCR, positivo. Permanecí ingresada 15 días.
“Todos los momentos fueron malos. Los peores, cuando el enfermero Camilo, cariñoso y atento, me inyectó el Interferón: inmediatamente tuve una reacción, como que me quemaba por dentro y, después, temblores, mucho frío y convulsiones. Al instante, me trasladaron a la Unidad de Cuidados Intensivos.
“Los médicos trataron todo el tiempo de hallar la fuente de infección. Al comentarles sobre mis frecuentes neumonías, me hicieron pruebas que detectaron una bacteria en el pulmón, lo que demandó también la aplicación de antibióticos”.
Tras la salida de cuidados intensivos vinieron días complejos. Los medicamentos le provocaron desordenes gástricos. No asimilaba lo poco que podía tomar. Un indisciplinado electro la llevó de vuelta a cuidados intensivos.
“Cardiólogos, enfermeras y enfermeros trabajaron muy rápido, en equipo, y al fin lograron estabilizarme. Esa noche ninguno durmió, velando mis signos vitales. Me incrementaron la dosis de algunos medicamentos para revertir la pérdida de potasio provocada por la COVID-19.
Una tos fuerte y molesta, que se mantuvo por varios días, desapareció con el tratamiento, al igual que los malestares digestivos.
“Al día 12, me repitieron el PCR, que dio negativo y me dieron el alta. Estuve 14 días en casa bajo vigilancia médica, continuando con el tratamiento y reponiéndome, poco a poco”.
¿En qué pensabas cuando te sentías mal?
—En cosas bellas, en lo tanto que me falta por hacer en mi vida personal, mi trabajo y comunidad.
Cuando salí positiva, Camilo me consiguió agenda, lápiz y bisturí y comencé a escribir temas de trabajo,
para cuando me incorporara. Entonces y ahora, recurro a mis canciones preferidas, sobre todo de Joan Manuel Serrat, y me digo mi lema de combate: “Soy cubana y resisto”.
¿La solidaridad en tiempos de COVID-19?
—Cuando regresé al barrio, en Arroyo Naranjo, los vecinos me recibieron con flores, carteles y una caldosa que bauticé como “levanta muerto”. A mi casa llegaron científicos que investigan la enfermedad, a mí y a mi hija nos hicieron un estudio profundo en los institutos de Hematología y Nefrología y en Genética. En este tiempo, no faltó la solidaridad de mis compañeros del Ministerio de la Agricultura, del sector agrícola desde las provincias, vecinos, amigos míos y de mi hija y periodistas, se preocuparon y ocuparon, con su amor, ternura y solidaridad. Esa es la mejor medicina.
¿Qué les dirías a quienes se descuidan ante la pandemia?
—La COVID-19 no es un juego, lo mismo se complica un adulto mayor que un joven o alguien sano. No tiene cara, ni nombre, ni sexo, ni estatus. No desperdiciemos la vida. Protejámonos y protejamos a los demás y adoptemos estilos de vida saludables.
“Les diría que piensen en cuánto destina el país a este combate, cuántos profesionales de Medicina, Enfermería y otros ofrecen su ayuda en hospitales y sitios que ni sabemos para salvar vidas, y sin pagar ni un centavo. Esa es Cuba”.
Regresó al trabajo, pero con el repunte tuvo que volver a casa. Entonces, buscó la agenda de Camilo y continuó anotando sus planes: seguir adelante, preservar la memoria histórica de la empresa, ayudar a quien lo necesite, bailar, cantar, disfrutar un café o un té con amigas y “sobre todo, no perder mi alegría ni mi sonrisa. Esas pequeñas cosas son lo máximo en la vida”.
Admite que el cuerpo le recuerda lo sucedido: “Muchísimo cansancio y agotamiento; a veces, falta de aire;
a menudo en la planta del pie siento una sensación como de esponja y las piernas se ponen duras y duelen mucho”.
Zonsoles comparte detalles que deberá estudiar la Medicina: “Antes de la COVID-19, sin espejuelos, no veía ni un burro a tres pasos y, ahora, no los utilizo. Antes era hipertensa y, ahora, la presión se mantiene en 70 con 90”.
Sin embargo, con la experiencia de haber estado cerca del más allá, alerta: “No hay que engañarse, también mata”.
Otras informaciones:
Antes de la COVID-19, sin espejuelos, no veía ni un burro a tres pasos y, ahora, no los utilizo. Antes era hipertensa y, ahora, la presión se mantiene en 70 con 90”. secuelas de los emdicamentos, o de la propia COVID19?