Todos los días, a las 9 de la noche, el silencio da paso a los aplausos agradecidos de los que hacemos homenaje a quienes se encuentran librando una batalla sin cuartel contra la Covid-19. Es una deferencia emotiva, no solo al personal de la Salud, sino también a aquellos que desde el anonimato se han unido a esta lucha.

Cuando Pedro Luis Correa López acudió al llamado para trabajar como voluntario en la zona roja en el Hospital Docente Clínico-Quirúrgico Dr. Salvador Allende, se sintió un hombre afortunado. El profesor de Historia de la Escuela Pedagógica Fulgencio Oroz, del municipio de Cerro, una vez más brindaría su aporte, pero esta vez no solo para formar, sino para librar una batalla por la vida.

Foto: Cortesía del entrevistado

¿Qué lo motivo a cumplir con este llamado?

-Como ciudadano sentí el deber de servir, de ayudar. Anteriormente estuve llevando comida a ancianos que vivían solos en el municipio de Diez de Octubre y cuando me preguntaron sobre la necesidad de incorporarme al hospital, no lo pensé y acá estoy. Es cierto que al principio sentí temor, pero he ganado en confianza, porque estoy rodeado de profesionales con un alto grado de responsabilidad. No soy más que el reflejo de todos los cubanos, de esa solidaridad que nos caracteriza y que hace que no escatimemos en esfuerzo y entrega ante la necesidad de muchos.

¿Cuál es su función en el hospital?

-Me estoy desempeñando como pantrista, sirvo la comida en los diferentes horarios al personal de salud y a los enfermos. Además, contribuyo con la limpieza e higiene y, por supuesto, mantengo la disposición ante cualquier actividad en la que se necesite de mí.

¿Qué experiencias le ha aportado a su vida?

-Lo primero es que he conocido personas con un gran valor humano. El altruismo prima, no hay margen para el cansancio. Existe un solo objetivo para todos: salvar vidas. Por otra parte, siento una gran satisfacción, pues entiendo, una vez más, la grandeza de esta Revolución, capaz de formar personas con un sentido impecable de amor por el prójimo.

Así comento en entrevista a Tribuna de la Habana, este profesor que no vaciló en cambiar la tiza y el puntero por una espumadera y un cucharón.

Llegue nuestro agradecimiento a todos los que permanecen en esta trinchera desde el anonimato: auxiliares de limpieza, choferes, personal de mantenimiento y a todos los que guardan un respeto por la vida de los demás.