Cada año, los integrantes de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR) en el habanero Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CICB) suben la parada con sus aportes. Pero este 2021 le puso las varas más altas a esta institución, caracterizada por su dinámico y ascendente desarrollo.
Dentro del gran contingente de cubanos y cubanas que desde múltiples frentes se enrolaron en la lucha contra la pandemia de la COVID-19, resulta notable el desempeño de quienes, en cooperación con otros centros de la biotecnología, aseguraron la salida, en tan solo 13 meses, de la vacuna Abdala.
Esta proeza mucho le debe a la entrega de sus 117 aniristas, una conclusión que salta a la vista cuando el presidente del Buró de la ANIR allí, el Máster en Ciencias Alberto Leyva, comenta a los lectores de Tribuna de La Habana, cuánto de vital tienen los trabajos de este calendario con un efecto económico superior a los 300 000 dólares.

“Durante todo este tiempo contra el virus del SARS-CoV-2 se han utilizado productos tradicionales de nuestro centro. Varios medicamentos pasaron a integrar el protocolo cubano de atención; es el caso de los interferones y el factor de transferencia. No obstante, hay otros dos nuevos que se destacan, como son el Jusvinza y, por supuesto, la vacuna Abdala, sobre los cuales se centra el mayor aporte innovador.
“Jusvinza es un péptido inmunomodulador en uso de emergencia, producido en una nueva planta –planta 14- inaugurada hace un año por el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Ha sido destinado al tratamiento en pacientes graves y críticos (solo de uso intrahospitalario), demostrando su viabilidad para salvar vidas con un 90 % de efectividad, y evitando la muerte o complicaciones por la COVID-19. Su mecanismo de acción es sobre la tormenta de citoquinas”.
¿Y en qué consistió la innovación propiamente?
-El mérito se centra en haberle dado una nueva aplicación a Jusvinza, producto que ya se encontraba en fase de investigación con resultados relevantes en el tratamiento de la artritis reumatoide; sin embargo, se le halló una segunda alternativa.
“De igual manera, el mayor impacto obtenido por nuestro centro está relacionado con la producción a gran escala de Abdala, la primera vacuna cubana y latinoamericana contra la COVID-19. Cerraremos diciembre con la entrega de más de 58 millones de dosis del inmunógeno”.

Abdala, de conjunto con Soberana 02 y Soberana Plus –todas de producción nacional- aseguran al país el despliegue exitoso de su campaña de vacunación y ahora de refuerzo con la dosis extra de protección.
Leyva resaltó el protagonismo de tecnólogos e ingenieros del CIGB, quienes contribuyeron a establecer un proceso de producción estable y reproducible, no exento de dificultades por la escasez de recursos y materias primas.
¿Qué otras áreas se han beneficiado desde el talento y la creatividad aniristas?
-Es válido reconocer que todas las áreas, de una forma u otra, tienen la huella de nuestros innovadores y racionalizadores. Ellos sobresalen, por ejemplo, en el mantenimiento del equipamiento, de manera particular el de los fermentadores que acumulan más de 30 años de explotación.
“También son muy activos en resolver situaciones de los diferentes pasos del proceso de purificación. En la filtración y la diafiltración se consiguió el funcionamiento automático de este equipo, a partir del diseño de una tarjeta electrónica para acondicionar la señal del sensor con el transductor, lo que permitió echarla a andar hasta alcanzar elevadas cantidades del antígeno que forma parte del Ingrediente activo de la formulación de nuestra vacuna.
“En todas las soluciones es igual de meritorio el apoyo de otro grupo importante de técnicos e ingenieros a cargo del mantenimiento de los sistemas críticos y auxiliares que garantizan una parte esencial del funcionamiento de cada equipo de la producción, al brindar servicio de clima y soporte de agua para uso farmacéutico.
“Para que se tenga una idea: haber arreglado y cambiado con prontitud y eficiencia las válvulas y tuberías, propició la limpieza de los intercambiadores de los equipos de refrigeración”.
¿Y cómo impacta esto en el flujo productivo, por ejemplo?
-Imagínese, que la limpieza química que requiere el proceso, se hizo sin necesidad de llegar a desarmar el sistema completo y, por consiguiente, se minimizó la pérdida de tiempo. Tampoco fue necesario emplear materiales de importación, lo que ahorró al país miles de dólares.

“Esto fue una contribución determinante para que el centro asumiera la producción de nuevas formulaciones y moléculas que han salvado una gran cantidad de vidas en nuestro país, así como el ingreso de divisas por concepto de exportaciones a países como Venezuela, Vietnam y Nicaragua, donde Abdala forma parte de sus programas de vacunación”, concluyó Alberto Leyva.
El CIGB representa uno de los centros líderes de la investigación científica en Cuba, donde desde hace 35 años de fundado, la ANIR corrobora allí su condición de fuerza de avanzada para la aplicación de la ciencia y de la técnica en trabajos dentro de los campos de la medicina y la biología, así como de la salud humana, el sector agropecuario y el medio ambiente.
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