
El tiempo parece tener una dimensión diferente en la UEB de la Empresa de Servicios Técnicos Industriales, ZETI, correspondiente al grupo Azcuba, ubicada en el municipio de La Lisa. En este lugar la faena es constante. La producción de elementos para la vitalidad de los complejos agroindustriales permite reducir el costo de piezas importadas para sustituir o reparar cadenas de transmisión de las poderosas máquinas de la industria azucarera. Es la única entidad en nuestro país que fabrica las cadenas transportadoras de caña y bagazo.
No obstante, asumen una nueva línea de trabajo que contribuirá —por su impacto social— en la búsqueda de soluciones al trasiego de agua en pipas, a partir de la construcción de tanques para camiones cisterna. La capacidad de aprovechar al máximo la materia prima importada y transformarla en piezas con un alto costo en el mercado internacional. Por ejemplo, durante el mes de octubre lograron producir 620 metros de cadenas de transmisión. En lo que va de noviembre pasarán del kilómetro.
Pedro Raidel Romero López, director, explica que hace un tiempo tuvieron esta iniciativa con la que buscan aliviar una situación muy tensa, en el servicio de agua a los municipios de la provincia. “En una planta que estaba sin uso, comenzamos a fabricar los tanques, lo mismo para colocarlos de forma estacionaria y vertical, como para camiones cisterna, con una capacidad de hasta 19 mil litros, con materia prima reciclada.
Aún no los hemos contratados. Serán propuestos, una vez estén certificados”.
Demetrio Arístides Crespo, le apodan el “El negro”, y así todos le conocen; aunque sus cabellos y el color de la piel le señalan como español. “Tenía 24 años, cuando entré en 1976, un año después de inaugurarse este centro de pailería que se llamaba TASIA: Talleres al Servicio de la Industria Azucarera. Siempre he trabajado para esa industria.
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“Recuerdo el flujo continuo en las naves. Entonces había catorce brigadas integradas por un pailero, un soldador y ayudante. En algunos casos, un oxicortador. Eran agrupaciones muy productivas, con la tecnología más avanzada de la época y tres grúas viajeras funcionando, pero no bastaban y debíamos tener hasta tres turnos de labor. Aquí se producían elementos de maquinarias para centrales azucareros no solo de Cuba, sino para Venezuela, Nicaragua, México; incluso países europeos.
“Entre con buen nivel: doce grado y conocimientos de dibujo técnico, lo cual me permitía leer los planos; pero en realidad tuve que comenzar como pintor de brocha gorda. Pintaba todo lo que fuera necesario aquí. Entonces me dieron la oportunidad de rotular y lo hice durante un año.
“Me llamaba la atención el oficio de pailero por la creatividad y pasé un curso aquí. Debías dominar la teoría y la práctica. Había mucha exigencia. Los paileros de TASIA fueron reconocidos, por su calidad profesional, en todo el país y fuera de la Isla, donde realizamos esos trabajos de pailería y de montaje. Esta fábrica fue, internacionalmente, importante. Construimos grúas viajeras, naves completas, equipos de complejidad como el termodestructor, para el plan porcino y los centros de acopio en la industria azucarera.
“Para retomar estas producciones y servicios debe renovarse la tecnología. Por supuesto, aún queda un valor agregado en la experiencia de quienes nos mantenemos al pie del cañón hasta que la vida nos diga. Esta fábrica fue una escuela. Aquí formamos grandes profesionales capaces de ser aceptados por su
capacidad.
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“Los soldadores nuestros eran fabulosos y homologados en otros países; o sea certificados. Algunos de los muchachos que llegan prefieren dedicarse a la soldadura porque les permite asumir un conocimiento más rápido; a través del cual ganan dinero en trabajos por cuenta propia. La pailería exige mucha responsabilidad. Queríamos dejar preparados a quienes desean aprender. Es el legado del Comandante en Jefe, Fidel, un ejemplo que nos toca multiplicar y compartir”.
Jorge Confesor Rodríguez Laurencio, llegó con 24 años. Graduado de enseñanza media superior y ex alumno del Instituto Técnico Militar José Martí. “Por problemas personales, tuve que dejar la academia. En TASIA, comencé como ayudante de un pailero A, certificado a nivel internacional. Profesor de matemáticas.
Me preguntó si quería aprender el oficio. En un año y medio logré llegar a la máxima escala. Estaré aquí mientras sea necesario para contribuir a impulsar el restablecimiento de la industria azucarera, en todo el país. Es mi compromiso con mi familia y mi país. Es lo aprendido de Fidel”.

Félix Serrano Ramos, 88 años, desde el año 1977 está en la fábrica. Le llaman el cerebro de la mecánica. Entre sus herramientas de trabajo, mantiene un frasco para darse fricciones de hojas de árnica maceradas y en alcohol. “Hace unos días estuve afectado por el chikungunya. Eso no me impide caminar desde el Cano hasta la fábrica. Sé de memoria cada pieza de este taller. Conozco los secretos de todas estas máquinas herramientas y logro mantenerlas en funcionamiento. Es lo que me gusta hacer y haré, sobre todo porque –como jubilado- puedo aportar un poco más a mi país. He sido uno de los asesores, por así decirlo, de jóvenes que formamos en nuestro taller y bueno esa experiencia compartida es como un tesoro que puede
ser multiplicado en otros y otros”.
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