En los terrenos que hoy ocupa el Capitolio Nacional, existió un jardín botánico hasta mediados de 1831.

Tiempo después, esos terrenos fueron otorgados al conde de Villanueva para la construcción de un edificio destinado al Paradero del camino de hierro, haciéndose realidad en 1839, cuando se concluye la estación de ferrocarriles de “Villanueva”, que se convirtió después en el más importante centro ferroviario de la ciudad de La Habana y uno de los más importantes de la República por aquellos tiempos.

En él tenían su sede todos los servicios de transporte de pasajeros y de carga de los Ferrocarriles Unidos de La Habana.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook

Pero la ciudad fue aumentando en población y mejorando su ornato, sobre todo por los contornos del antiguo Campo de Marte y del Parque Central, y la vieja y ruidosa Estación de Villanueva fue haciéndose cada vez más inadecuada y anacrónica.

El constante movimiento de trenes, las operaciones de carga y descarga aportaban una nota discordante en la ciudad, que se iba acentuando por días en esa zona, que era por entonces el centro de la capital. Además de un grave problema para el tránsito, la limpieza y embellecimiento de La Habana. Por lo que se convirtió en una necesidad trasladar la Estación de Villanueva a otro lugar más apartado de la urbe, como se ha hecho en todas las ciudades importantes del mundo.

Y en 1929, es demolida la estación durante la construcción del Capitolio Nacional.

Por otra parte, en el lugar donde se encontraba el demolido Arsenal Militar, el 30 de noviembre de 1912 se inauguró oficialmente, como centro de operaciones de la compañía Ferrocarriles Unidos de Cuba, la Estación Central de Ferrocarriles, la que sustituyó a la de Villanueva.

De estilo ecléctico, la edificación posee cuatro plantas y un entresuelo con una peculiar estructura arquitectónica de líneas sobrias y estilizadas; el edificio copia elementos del Renacimiento español.

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El edificio, con sus amplios ventanales, su reloj, barandales y sus balcones interiores, fue construido en la intersección de las calles Arsenal y Egido. En su fachada principal, por la calle Egido, destacan dos elevadas torres que llevan representados los escudos de Cuba y La Habana.

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El arquitecto principal de la obra se inspiró en un estilo decorativo plateresco español, el que puede apreciarse muy bien en los elementos de los escudos y las conchas de la fachada. Además, consta de cuatro pisos rematados a ambos lados por dos torreones que se elevan 38 metros sobre el nivel de la calle, construidos de acero y hormigón armado y adornado con terracota y azulejos.

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En la planta baja encontramos el salón de espera, decorado con columnas revestidas de mármol. La plataforma consta de sotechados dobles sobre los andenes, con acceso a vías para trenes de pasaje.
El complejo se extiende con sus peculiares elevados a lo largo de toda la ensenada de Atarés, uno de los tres canales de la Bahía de La Habana.

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Los Elevados de La Habana como se conocen, cuentan con casi un kilómetro de extensión y sus patios de pasaje de carga, tienen un área de 14 000 metros cuadrados, son de vital importancia para las operaciones de los trenes de pasajeros que llegan o parten de la Estación Central.

Una gran obra de arte para la época al servicio de pasajeros y carga, en la actualidad se mantiene en reparación, aunque muy pronto se podrá apreciar en todo su esplendor.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
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Junto a la leyenda, un transporte de ultramar