A propósito de encontrarnos en etapa estival y que se organizan las actividades del programa de la Oficina del Historiador de la Ciudad Rutas y Andares, hoy hablaremos del Paseo de Prado.

Como todas las grandes capitales, La Habana tiene su paseo principal en la calle Prado, un lugar que ha sido testigo de amores, encuentros, desencuentros, juegos de niños y hasta de muchísimas celebraciones efectuadas en el Palacio de los matrimonios.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana


Su construcción data de 1772, cuando nuestra Isla era una de las colonias españolas más florecientes de América y su primer nombre fue el de Alameda de Extramuros o de Isabel II, por hallarse fuera de las grandes murallas que cercaban la ciudad.

En 1928, el arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier rediseñó esta avenida para convertirla como ya mencionamos en uno de los paseos más importantes de La Habana y de América Latina, la primera calle asfaltada.

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Entonces fue sembrado con árboles y se colocaron bancos de mármol y ocho estatuas con figuras de leones hechas de bronce que parecen custodiar el paseo. Está dividido en cuatro secciones fundamentales bien delimitadas: el Paseo, el Parque Central, la Explanada del Capitolio y la Plaza o Parque de la Fraternidad.

Durante la Colonia se amplió y se llevó hasta el litoral, que en la actualidad es El Malecón, se construyó el edificio de la Cárcel, hoy en día desaparecido; se inauguró el Teatro Tacón, en la actualidad Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso en honor a la prima ballerina, entonces sede permanente de la Ópera y el Ballet Clásico; también el Campo de Marte, para la realización de desfiles militares.

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Durante el siglo XIX, se designó un tiempo a uso peatonal exclusivo. En la segunda mitad de este siglo se empezaron a levantar a todo lo largo de su recorrido grandes y fastuosas edificaciones neoclásicas que sustituyeron a las más antiguas de estilo barroco y colonial. En 1843, se crea el Café Escauriza, y en los altos, años después, la Heladería El Louvre que dio nombre a toda la acera.

Más tarde en la República, con la intervención norteamericana, se lleva a cabo su reconstrucción, y el cambio de nombre por Paseo de Martí, en honor al Apóstol de la Independencia de Cuba, aunque el pueblo le siguió llamando El Prado, por costumbre y por la gran semejanza que tiene con su homólogo madrileño.

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Con su remodelación, se vinculó al Parque Central y se mantuvieron sus secciones bien definidas: una zona arbolada peatonal con calles laterales y vial con parqueo y la Plazoleta de la Fuente de la India hacia uno de sus extremos.

En Prado y San Miguel se levantó el Hotel Telégrafo, primero de La Habana con características hoteleras modernas.

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Además, en sus linderos se ubicaron construcciones civiles de marcado uso social: sociedades de recreo, hoteles, cines, teatros e importantes mansiones de arquitectura ecléctica, cuyos diseños correspondían a las solicitudes de los dueños que trataban de imitar las modas arquitectónicas de Madrid, París o Viena, remodelando su infraestructura, arbolado, mobiliario y alumbrado y se colocaron los emblemáticos y altivos leones de bronce del Paseo, símbolos de nuestra ciudad, y si nos fijamos un poco más, encontraremos muchos detalles que, a menudo no notamos.

En esa época se incorporó el automóvil en sus paseos. Al construirse en 1929 el Capitolio de La Habana, se eliminó una sección del paseo y se remodeló la que se mantuvo.

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La esquina de Malecón y Prado fue asiento del Hotel Miramar y, más tarde, del Miramar Garden, centro de reunión de la juventud bailadora de la época y lugar donde se celebraban movidas peleas de boxeo.
Durante muchos años, fue recorrido de carrozas, comparsas y autos clásicos que se alquilaban para que las familias disfrutarán del colorido Carnaval de La Habana.

Desde la década de 1950, se continuó ampliando la ciudad y la mayoría de las familias ricas se mudaron del área, hacia los barrios suburbanos de Miramar, Siboney o más céntricos como El Vedado, por lo que perdió muchas de sus virtudes, como centro de la ciudad.

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Esta situación cambió radicalmente, en los años 1990, con la restauración, y el reposicionamiento de hoteles, restaurantes y bares que han hecho renacer esta antigua avenida y la declaración de la zona antigua de la capital cubana como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

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El Prado habanero se caracteriza en la actualidad por la permanencia de exposiciones y venta de obras de arte de variado tipo, así como la realización de actividades culturales.
Actualmente, la zona con árboles que la distinguen va desde la calle Neptuno, donde descansa la escultura a Manuel de la Cruz, hasta la mencionada escultura al poeta bayamés.

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En materia hotelera, a esta bella avenida la distinguen varios como el Saratoga, Inglaterra, Telégrafo, Parque Central, Sevilla, Packard y el Paseo del Prado; todos ellos enorgullecen a la ciudad y su paseo estrella, aportando una mezcla entre lo clásico y lo contemporáneo al Paseo de Martí, aunque nadie lo llame por su nombre.

Es innegable que este paseo conserva aún, con las cicatrices del tiempo, una belleza que nos conduce al mar en una dirección o a adentrarnos en la ciudad en otra, proporcionando sombra, aire marino y relajación.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana
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