En el portal de la sede del Gobierno de La Habana pudo observarse una imagen recurrente: decenas de personas permanecían a la espera de cargar sus dispositivos móviles, lámparas y otros medios electrónicos recargables.

Como si fuera una gran familia extendían la invitación a los vecinos que necesitaban conectarse a las extensiones eléctricas dispuestas en un área exterior del edificio.

El sonido de la planta, alimentada con petróleo, marcaba el flujo de energía eléctrica alternativa. El jolgorio de los niños ofrecía un agradable ambiente hogareño. Los temas de conversación quebraban cualquier protocolo.

El ejemplo se extiende a negocios de emprendedores que ofrecen la solidaridad acompañada.
Las urgencias generadas por la situación que causó afectaciones en el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) no creó desánimo, sino confianza en los hombres y mujeres que realizaban la dura tarea de restablecer el servicio, el respeto a los dirigentes del Partido y el Gobierno que salían y entraban al edificio con un saludo familiar, de identidad con sus rostros con huellas del desvelo.

La salida de la edición dominical de Tribuna de La Habana dependía del ronroneo de vitalidad de una planta eléctrica. El resto del equipo en función de la edición diaria digital.

Después de la medianoche la ciudad continuaba oscura, en el serpenteante muro del malecón podían verse a decenas de personas compartiendo una noche de obligada vigilia, pero aderezada con ese gracejo criollo que nos hace cubanos.

Del otro lado del Golfo de México, llegaron a mi celular, frases de solidaridad y aliento. Cuba no está sola, "no anda de pedigueña por el mundo, sino de hermana" y este precepto martiano, nos convoca en la IV edición del Coloquio Internacional Patria.

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