En Obrapía No.158 se levanta una majestuosa edificación que ha desafiado los rigores del tiempo y nos conecta con el pasado de manera alucinante.
Ubicada en una de las calles más antiguas de La Habana, se conoce como Museo Casa de la Obra Pía.
Como museo fue fundado el 16 de noviembre de 1983 por el Doctor Eusebio Leal Spengler. Al cruzar el umbral de la entrada nos transportamos a una época en la que la aristocracia habanera disfrutaba de un estilo de vida que ahora parece distante. Las salas expositivas, cuidadosamente ambientadas, recrean la vida cotidiana de aquellos tiempos, exhibiendo piezas representativas de las artes decorativas, objetos utilitarios y ajuares domésticos.
Una de sus misiones es la de difundir el patrimonio y acercar al público a cómo era la vida de las familias en el siglo XVIII y XIX.
Era costumbre de la aristocracia criolla en la etapa colonial exhibir piezas raras y exóticas adquiridas en la región asiática. Por lo que existe una sala donde se muestran muebles de maderas preciosas con incrustaciones en nácar, adornos de cerámica, loza y porcelana, además de óleos que decoran el espacio, como auténticos exponentes que demuestran la presencia de la cultura asiática en las casonas coloniales.

La edificación posee elementos arquitectónicos del siglo XVII, del sur de España, fundamentalmente barrocos, el pórtico, coronado con el escudo familiar, es único en la ciudad. Fue originalmente un hogar destinado a la beneficencia.
Al llegar al inmueble nos envuelve la aromática fragancia que desprenden los árboles de ilán ilán que habitan en el patio interior y que habla de hábitos y costumbres de la vida doméstica habanera, las indumentarias expuestas son vestigios de una era en la que el estatus social se medía no solo por la riqueza, sino también por el gusto y la cultura.
En sus inicios, albergó la obra piadosa más popular de La Habana colonial, que ofrecía dotes a cinco doncellas huérfanas o pobres cada año.
El sorteo se realizaba anualmente el día de San José (19 de marzo) en la Iglesia Parroquial de La Habana, precedido siempre por una misa al alma de Calvo de la Puerta.
La identidad de las aspirantes se colocaba en una urna de plata y el azar hacía el resto. Hubo años en que la dote apenas alcanzó para una huérfana, pero la experiencia se mantuvo a lo largo de casi tres siglos.
El último sorteo documentado tuvo lugar en 1948.
Hoy, su esencia sigue viva, pero ha evolucionado para convertirse en un faro de inclusión y creatividad en la comunidad, un proyecto sociocultural que ilustra, de alguna manera, el recorrido realizado por las mujeres cubanas en busca de la igualdad y la equidad.
Donde se pueden encontrar todos los grupos etarios: niños, adolescentes, jóvenes, adultos y personas mayores, así como a individuos con discapacidades o situaciones de vulnerabilidad.
Los talleres se llevan a cabo todos los miércoles y viernes. Estas actividades creativas son uno de los pilares fundamentales de su labor. En ellos, los participantes se sumergen en el rescate de técnicas textiles que forman parte del patrimonio cultural cubano.
Este espacio reúne a mujeres de La Habana Vieja que enfrentan diversas dificultades y les ofrece la oportunidad de participar en charlas educativas y aprender un oficio a través de los talleres, lo que les permite alcanzar una mayor independencia.
Lo que ocurre en estos talleres va más allá del simple acto de crear; se tejen redes de solidaridad y amistad entre personas que, en muchos casos, provienen de contextos muy diferentes.
Desde el año 1994, la Hermandad de Bordadoras y Tejedoras de Belén tiene su sede en la institución.
No demoremos en visitarlo y conocer de primera mano las particularidades y beneficios del proyecto.





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