Desde 1592, la definitiva capital de Cuba dependió en lo fundamental del suministro de agua a partir de la Zanja Real, los primeros habitantes tenían que abastecerse del preciado líquido de pequeños pozos que encontraban en su entorno, favorecidos por las características de un subsuelo rico en aguas subterráneas las cuales al expandirse la ciudad hacia exteriores de la muralla y con el crecimiento de la población resultaron insuficientes.

Otras fuentes de agua aprovechadas desde los primeros tiempos fueron las del río Luyanó, que desembocan en la propia bahía, y las del río La Chorrera (actual Almendares).

Foto: Grupo de Fotos de La Habana

El proyecto que presentaba Albear consistía en un sistema de acueducto de mampostería, cerrado, que conduciría por gravedad las aguas hasta su destino final, a una distancia de 11 kilómetros.

La construcción de este importante proyecto se realizó en la capital cubana entre 1858 y 1893 para conducir hasta la ciudad, por gravedad, las aguas de los numerosos manantiales que brotan en las cercanías de Vento, cerca del río Almendares, logro que se mantiene en el presente con la misma eficiencia. Ocho municipios del centro de la capital se benefician con sus servicios.

La inauguración del Acueducto de Albear, denominado finalmente así tras la muerte de su artífice el 22 de octubre de 1887, no ocurrió hasta seis años más tarde, el 23 de enero de 1893, y fue aprobado por el Cabildo de La Habana en 1858, en medio de condiciones políticas y económicas sumamente adversas,

Las obras de captación en los manantiales, el túnel y sifón debajo del afluente, el Canal de Vento y las 24 torres cilíndricas que existen a lo largo de éste como registros ventiladores, los depósitos de Palatino y el sistema de distribución conforman todo el sistema. La impresionante estructura cuenta con más de 12 kilómetros de longitud y se extiende por varios municipios habaneros.
Todo es singular en esta obra: la precisión técnica, la belleza de sus construcciones civiles, la garantía de un agua sana y la seguridad de su funcionamiento, que no necesita combustible y solo requiere desinfección mediante cloración.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana

Más que una excepcional obra para su tiempo la funcionalidad distingue esta obra del ingeniero Francisco de Albear y Fernández de Lara (La Habana, 1816-1887), la cual garantiza, aún hoy, el abasto por gravedad de agua potable a la población de la capital.

La obra más relevante de la Ingeniería Civil cubana del siglo XIX fue declarada Monumento Nacional el 11 de enero del 2007.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana
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