La puerta, como elemento constructivo, permite el acceso al interior de una estancia o la intercomunicación entre distintas de dependencias de esta.
Desde los primeros tiempos de la Colonia, cuando los habaneros comenzaron a edificar sus palacetes, castillos, iglesias y demás, surgieron las primeras puertas que podían ser tan grandes y robustas como sencillas, según las características de la edificación que se proyectara.
Así aparecen las primeras, esto fue aparejado a los oficios, pues los carpinteros crearon sus primeros diseños entre los que tenemos:
Puertas de Cuarterones: Estaban compuestas por cuadrados o rectángulos a todo lo largo de estas.
Puertas Claveteadas: En ellas se destacan los clavos que la reforzaban y embellecian, pues se colocaban como elemento decorativo y podían ser dorados, plateados; era muy común encontrarlos en bronce u otro tipo de metal.
El arte de la ebanisteria también prosperó, entonces se pusieron muy de moda las talladas en su cara exterior con motivos florales, de fauna o fantásticos.
De herencia española, en las casas coloniales cubanas se usaban las lucetas sobre puertas o ventanas movibles o de persianas, con hermosos vitrales sobre su marco superior; recuerdo siempre las iniciales y fecha de casa de mis abuelos.
Se les insertaban tiradores y manijas repujadas en bronce, latón o vidrio. Aparecieron los llamadores y aldabas; en la literatura se hace referencia a los primeros que tenían forma de lagartos, de ahí la etimología del nombre árabe clásico (dabba-lagarte).
Ya para finales del siglo XX, se incorporaron a las puertas otros estilos arquitectónicos como el art deco o el eclecticismo, que añadieron además de belleza, un significado aparente de rango social al edificio donde se colocaban o a sus residentes.







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