"No he de caerme, no, que yo soy fuerte.
En vano me embistieron los Ciclones.
y me ha roído el tiempo hueso y carne,
y la humedad me ha abierto úlcera verdes.
Con un poco de cal yo me compongo:
CON UN POCO DE CAL Y DE TERNURA..."

Dulce María Loynaz

Nuestro encuentro de hoy es un sitio especial de La Habana, una parada obligada para los que visitan y viven en esta ciudad de ensueño, su primer nombre fue Avenida del Golfo, y su historia comenzó en 1819 cuando se puso en práctica el llamado “ensanche de extramuros”, la ciudad estaba creciendo y el espacio costero iba desde la entrada de la Bahía hasta el Torreón de San Lázaro.

Era solo un espacio abierto de roca y mar, hermoso, pero sin otra señal que lo inhóspito del lugar, donde iban algunas familias a tomar baños de mar en sus piscinas naturales, buscando refrescarse del calor de la soleada ciudad, que comenzaba a poblarse.

Aquí se edifican los primeros baños que consistían en pocetas, aprovechando los accidentes geográficos con rústicos escalones para bajar al mar, que forraban con maderas resistentes como cedro o caoba. Lo que existía entonces era una costa de agudos arrecifes y un monte firme e impenetrable, que las autoridades españolas consideraron siempre como una muralla natural ante ataques y lo llamaban “Monte Vedado”.

En 1859, por toda la calle San Lázaro comenzó a circular el ferrocarril desde las cercanías del puerto hasta la propia desembocadura del Almendares. En esa época aparecieron los barrios El Carmelo y Vedado.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook

Su construcción se fue realizando por etapas sucesivas y duró cerca de cincuenta años, cuando culmina en 1952, devino en la vía más expedita que conecta La Habana de este a oeste.

Sus casi ocho kilómetros convierten a esta avenida en una pasarela para admirar la belleza incondicional de la arquitectura cubana.

Testigo de tantos acontecimientos como el primer beso, el primer amor, encuentros, despedidas, risas, lágrimas; tantas cosas hemos vivido en este icónico lugar que ya es parte de nuestras vidas.

Para los religiosos, lugar donde acercarse a sus deidades, plegarias o rezos; a los pescadores les provee de alimento y relajación; para los niños es diversión y conocimiento, en ocasiones impresionante pues su bravura la achacan a un reclamo del mar por sus espacios robados.

Pretexto obligado para descubrir la historia de la ciudad contada por los edificios que se yerguen victoriosos a pesar de las batallas contra el tiempo y la naturaleza. Ámbito perfecto para disfrutar de los mejores atardeceres del mundo. Donde el mar y La Habana se convierten en cómplices y amantes por toda la eternidad.

El sofá de La Habana, por supuesto, no puede ser otro que nuestro Malecón habanero.

Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook
Foto: Grupo de Fotos de La Habana/facebook

Ver además:

Construcciones de madera en La Habana