Carlos Rubén Ferrer Milí se graduó de Ingeniería Mecánica hace ocho meses, en la Universidad Tecnológica de La Habana (CUJAE). Tiene 25 años. "La mecánica fue una pasión para mí. Anduve siempre con mi papá en las motos, los carros. Estar involucrado con los vehículos es un «sueño»".
Cuando llegó el momento de escoger ubicación laboral se inclinó por la Empresa de Revisión Técnica Automotor (Somatón), de La Habana. La pidió en la boleta porque era de "las ubicaciones que más estaba relacionada con la mecánica de los vehículos". No a todo el mundo le gusta "estar en una oficina, haciendo papeles". Y Carlos Rubén es uno de esos. Prefiere moverse, tirarse por aquí, por allá, "siempre debajo de los carros".

Nos llamó la atención su juventud y cómo se movía por entre las computadoras y los equipos de las revisiones. "Aquí soy inspector, y mi trabajo es realizar las pruebas de revisión y diagnóstico de los vehículos que se presentan. Frenado, alineación, el banco de suspensión, prueba de luces, detector de holgura".
"Mi papá es porteador privado. Había venido aquí en otras ocasiones a pasar el carro, que le toca anual, porque transporta pasajeros. Yo sabía cómo era y pensé que me podría gustar".
Con la universidad fresca aún, habla de cómo la teoría le sirve para interpretar los datos que lee, y viceversa, su nuevo trabajo complementa muchísimo la formación que recibió.

"Para trabajar aquí, principalmente para leer datos, es donde me di cuenta de que la universidad me hizo mucha falta. Pero en la universidad la parte práctica falta mucho. Y eso aquí se coge. El trabajo es un aprendizaje".
"De la revisión técnica de un vehículo depende la seguridad de los pasajeros. El transporte es una cosa transversal en un país, es lo que mueve todo. Y la seguridad de esa movilidad es lo principal, para eso es necesaria la revisión técnica".
A los seis meses, culminado sus adiestramientos, a Carlos Rubén y a su compañero de aula que tuvo su misma ubicación los homologaron como inspectores en el Registro Cubano de Buques, y tienen certificación para trabajar. Estarán en la empresa al menos dos años, de servicio social.
Hay algunas cosas de su trabajo que sí cambiaría. La comida, su salario de adiestrado, 3800 pesos al mes.
Cuando le preguntamos por su proyecto de vida, dice que es pronto para saber. "Por ahora tengo pensado quedarme aquí. Después iré viendo. Proyectos se pueden dar muchos".

El impacto de la crisis sobre los jóvenes tiene dimensiones múltiples: políticas, emocionales, profesionales. Sus perspectivas están atravesadas por las historias de sus padres y lo que les ofrece, o no, la actual realidad. Todo lo que podamos hacer (se) para que construyan sus proyectos de vida en Cuba será poco.
Es legítimo que Carlos Rubén aún no tenga claro lo que quiere, o no desee compartirlo con nosotros todavía. Sin embargo, tenemos un pedazo de deber sobre su(s) esperanza(s), y la responsabilidad de seguir construyendo juntos el lugar justo, próspero, digno y seguro que nos merecemos.
Aspiramos a que en el sector del transporte, Carlos Rubén y muchos como él, sigan creciendo, formándose y aportando. Es parte de lo que necesita el país. Ellos y nosotros.
(Tomado del perfil de Facebook de Eduardo Rodríguez Dávila)
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