El padre de Orlidia Machado Labañino temía por la decisión de su hija. Cuando ella confesó que entraría a un curso de manejo de grúas solo atinó a preocuparse por su seguridad, por el peligro que ello podía implicar.
Cuando Orlidia nos cuenta ese momento lo hace entre risas. Su padre, que era un conductor de baldosas, en realidad estaba orgulloso de su hija y decía que "al final lo lleva en la sangre". Aunque su forma de mostrar este orgullo era preocuparse, y obviamente darle la libertad de elegir por sí misma.
Sin embargo, para Orlidia ser gruera portuaria no implica peligro alguno. Ella pone el foco en otras cuestiones, sobre todo en la concentración. Cuando sube las escaleras, explica, deja atrás todas las preocupaciones posibles.
Allá arriba, con una privilegiada vista de bahía de La Habana, solo existen para ella las grúas, el mar y los barcos. Jamás ha tenido un accidente, y esto gracias a la precisión con que trabaja. Para manejar esas inmensas estructuras pone todo su ser en función de cada palanca, de cada botón, de cada movimiento.
Orlidia ni siquiera habla del retiro, no piensa en este. Disfruta sus grúas, nos guía a través de ellas, ríe mientras la conduce.
Pero detrás de esa risa está una espectacular conductora que lleva el metal en la sangre, hija de un conductor de baldosas que temía por su seguridad mientras ella se lanzaba a un mundo que la cautivó desde el primer momento.
Orlidia es, para todos, una mujer del colectivo de transportistas, una de esas que nos hinchan el pecho de orgullo de saber que contamos con ella en nuestras filas. Felicidades a ella y a todas las mujeres del transporte en Cuba en el Día Internacional de la Mujer.
(Tomado del perfil de Facebook de Eduardo Rodríguez Dávila, serie Rostros del Transporte)
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