"De todos los oficios prefiero el de la imprenta porque es el que más ha ayudado a la dignidad del hombre..."
José Martí

La incertidumbre “nos movió el piso” después de aquella reunión con la dirección del Combinado Poligráfico de La Habana (Soygraf), la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, Etecsa, y funcionarios del Departamento Ideológico del Comité Central para establecer el cronograma de trabajo a partir del cual enviaríamos –cada editora- sus respectivos diarios o semanarios desde La Habana a Villa Clara.

Tecnología aparte, incluso los beneficios de la transmisión de los pdf por un cable de fibra óptica nos hacían pensar de manera analógica a los editores. ¿Cómo podríamos confiar en quienes asumirían la tirada desde el mismísimo centro de la Isla, ajenos al olor de la tinta, el ajetreo en la llamada área de invertido (cuyo nombre proviene de la posición en la cual quedaban las planas de fotolito, sobre el vinalite antes de quedar plasmadas en las planchas metálicas que se colocan en la rotativa?

Una pregunta larguísima, con muchas más expectativas que aceptación. Solo de pensar en el silencio de las máquinas de impresión gráfica resultaba incómodo. Y así fue…

Durante casi cuatro años observamos la elipsis, luego el desmontaje, el ruido y el polvo del hormigón perforado por los martillos. Los “cadáveres de la antigua rotativa sustraídos como muelas gigantescas de sus bases. La mirada triste de los impresores capitalinos que debían asegurar otras tareas; mientras del otro lado del teléfono, la voz de los villaclareños, ofrecía los primeros tonos de desacuerdo, ajustes de parámetros, discusiones sobre encajes de fotografía y tipografía, cooperación, aceptación y confianza.

El “Ok” resultaba un bálsamo de tranquilidad, la llegada de los primeros ejemplares de la tirada en Villa Clara establecían un puente que aseguraba bajo el desvelo de aquellos la presencia temprana de los periódicos nacionales y el Tribuna de La Habana en la capital.

Colectivo del Poligráfico de Villa Clara. Foto: Cortesía del Poligráfico de Villa Clara

¿Anécdotas? Muchas. Pero sobre todo los gráficos villaclareños, sin saberlo, establecieron una pauta sobre la que marcharíamos indiscutiblemente hacia la digitalización del proceso editorial (en cada editora, valga la redundancia), incluso en los tiempos que la pandemia nos empujó, definitivamente, hacia la redacción online de las impresiones en papel.

“Buenas noches Villa Clara. ¿Todo bien? El silencio. La broma, el Ok desmedido como un sol que abre una brecha en una cerrada mañana de invierno. ¡Todo bien Tribuna! Luego, aquella noche incierta: preocupados, del lado de allá, por el editor jefe de nuestro dominical, solo porque no entregamos a tiempo (como se hizo habitual) un concepto de responsabilidad muy establecido en los gráficos.

Guadalupe junto a Yoandi. Ambos de Villa Clara. Foto: Cortesía del Poligráfico de Villa Clara

Pero la preocupación era por el hombre a cargo, la sorpresa resultó un regalo: desde tan lejos, sin habernos visto nunca físicamente, pensaron en cualquier cosa menos el no cumplir con el envío del periódico. Después el día de reversa. ¿Qué sucede Tribuna? ¿No vemos sus pdf en los archivos? Y la voz entrecortada del lado de acá. ¿Acaso no lo saben? La respuesta un silencio cortante como la más oscura noche. No no sabemos. Somos del turno (tal) de impresión. ¿Algo sucede? Sí, regresamos a casa. Recomenzamos la tirada en La Habana. (Pausa). Saludos a todos allá. ¿Están seguros de que no regresan a Villa Clara? Sí. Nosotros estaremos aquí para lo que necesiten. Los vamos a extrañar…

EL REGRESO

Esperado. Las nuevas máquinas en el Combinado Poligráfico de La Habana expiden el olor a puesta en marcha. Los pisos de mármol lustrados, nuestros viejos colegas de impresión, ataviados de sus ropas limpias, sin una brizna de grasa o tinta. Sentados los del antiguo departamento de Invertido, frente a confortables equipos de tecnología avanzada.

La expectativa, la pregunta guardada: ¿Lo harán como los villaclareños? La intuición en la cuestión lanzada por uno del lado de acá: ¿No tenían problemas para dar el Ok? No, aprendimos con los de las Villas. Esperemos que todo salga bien. La sonrisa la confianza.

José Miguel González, impresor (en La Habana) con más de quince años en el oficio. “Es un cambio grandísimo y moderno, porque se ha tecnologizado la prensa y no se pasan los trabajos que se requerían antes para lograr la impresión.

Foto: Raúl San Miguel

Junior Cabeza Saraiba, lleva doce años en la poligrafía. “No ha sido difícil la arrancada, pero es otra cosa nueva que no hemos visto. En comparación es un cambio muy grande.

Antonio Casanova, es ingeniero electrónico. “El cambio es positivo. Se invirtió en tecnología de punta. Además piensa que se nos hace una guerra de ideas y debemos responder. Una de las armas que disponemos es el periódico”.

Foto: Raúl San Miguel

Luis Rodríguez Martínez, el chino, es un verdadero innovador. Con sus 33 años en la poligrafía tiene la visión de varias generaciones y momentos de cambios en el Combinado Poligráfico de La Habana. “La instalación de las máquinas es un avance en el sistema de impresión de la prensa”, subraya.

Luis Roberto Cabrera Guevara, jefe de fábrica, uno de los nuevos rostros. “La puesta en marcha es un reto que enfrentamos con muchas ganas. El tema de capacitación resulta complejo. Conocemos la situación de nuestro país para adquirir las nuevas tecnologías. Se nos dificulta por el bloqueo, pero gracias al Estado y los esfuerzos realizados disponemos de una de las más avanzadas. Estamos trabajando, contentos con lo que hacemos.

Foto: Raúl San Miguel

Brenda Martínez Hernández, comenzó en la poligrafía con 17 años y va a cumplir 24. Estudió economía, pero decidió por la poligrafía cuando descubrió sus encantos. “Esto es lo que me gusta. Es mi primer aniversario como trabajadora del sector”.

Foto: Raúl San Miguel

Alexander Herrera Menéndez, un trabajador de 24 años de trabajo en la poligrafía. “Es un aprendizaje constante”. Así celebran el Día del Trabajador de la Poligrafía.

Foto: Raúl San Miguel

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