¿Qué sentimos cuando miramos y ese olor de salitre preñado de evocaciones nos envuelve? Y volvemos a ese sitio concurrido de la ciudad, solo por nuestros recuerdos, y caminamos sus calles como si estuviéramos dentro de la propia historia de una parte de nuestras vidas que contamos desde lejos.

Imaginar a Ernest observar, escuchar, sentir el raro sortilegio que provoca Cojímar como un meandro, tal vez el más seductor y femenino, o quizás el más masculino de toda La Habana donde recalan las historias y los sueños de marineros como ese que inspiró al escritor estadounidense en un relato que surca de un siglo a otro intacto sin envejecer la perpetua lucha que representa a un hombre y gran pez, en el mayor protagonista: el mar.

La pequeña ciudad devenida Atenas, no por sus columnas, sino por lo intacto de su rostro urbano que seduce, empuja y nos devuelve una y otra vez, en cualquier lugar de nuestro propio universo y se convierte en patrimonio intangible de nuestros sueños.

Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera
Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera

Ver además:

Puntos cardinales en la evocación de La Habana