Llegar a la Casa Eusebio Leal Spengler es fácil, apenas a dos cuadras de la Plaza San Francisco de Asís, en Amargura 65. Lo difícil es no quedarse hipnotizado por los sentimientos que la envuelven. La vida anda en La Habana Vieja entre los muros antiguos de la ciudad y los nuevos habitantes. Y tras las altas ventanas de la casa colonial suceden los milagros que solo la memoria de Leal puede invocar.
Un grupo de niños, del proyecto Niños Guías del Patrimonio, que van desde los cinco a los 15 años, sentados alrededor de una de las estatuas de mármol salvadas por Eusebio leen y comentan Fiñes, un libro de crónicas de Eusebio Leal donde evoca su infancia, en la sala del mismo nombre. A través de las lecturas interpretan el legado de Leal y hacen un viaje imaginario a los lugares y los tiempos descritos.
No son el único grupo, otros ya pintaron a Leal y sus dibujos engalanan esta galería artística literaria anexa a la Casa. Otros un poco mayores próximamente se acercarán a sus ideas a través de la historieta. En total han pasado por ahí más de cien pequeños en diferentes proyectos de la Casa.
El tiempo pasa y va marchitando la memoria; y asegurar que el recuerdo de Eusebio Leal no quede solo en aquellos que compartimos su tiempo es una de las tareas de todos los trabajadores de la Casa que lleva su nombre, encabezado por Ariel Gil Gómez, su director, preservando lo que fuera la última oficina del historiador. “Este centro de ciencia y cultura se propone mantener viva la inmensa obra del eterno Historiador de La Habana”, comenta su director.

Proyectada desde que se conoció la triste noticia del fallecimiento de Leal, se propusieron salvaguardar su legado. Para ese objetivo tan grande no puede ser un museo tradicional, sino un centro de estudios que recoge, estudia y promueve el accionar de Leal, involucrando a las personas. Por eso Gil Gómez nos habla con tanta pasión de la educación patrimonial, que no basta con recuperar de las ruinas los mármoles, hay que hacer que los pobladores sean los protagonistas y que estén preparados para interpretar y defender eso que se restaura, en función del desarrollo social.
Su verbo recuerda al de su mentor mientras nos cuenta lo que ha hecho y lo que pretenden hacer: “hemos realizado exposiciones relacionadas con el pensamiento de Leal, donde cada fotografía es escogida minuciosamente, sobre su relación con Fidel, su obra relacionada con Martí e hicimos la exposición La mano ejecuta lo que el corazón manda. Develamos también una tarja en el lugar donde nació Eusebio”.
La Casa podría ser vista como el corazón de la Oficina del Historiador de la Ciudad, desde donde, partiendo del legado de Leal, llegar a los habitantes de la ciudad y difundir ese amor hacia esta urbe que nos acoge. “Este ha sido un proyecto de muchos profesionales, colaboradores e instituciones para salvaguardar su legado. Que pretendemos también llevar a otros sitios, tuvimos exposiciones en Matanzas, en Guanabacoa, y nos proponemos llevarlas también a toda la ciudad.
“La Casa es heredera de la visión de Leal de la historia de ir al pasado, aprender del pasado, y proyectar el presente y el futuro. Debemos concluir las labores de restauración en noviembre, y a partir de ahí potenciar más las actividades de esta institución de ciencia y cultura”.
En la Casa se respira historia, pero no solo la escrita en los libros de texto, sino la historia que llega a las
emociones. Por eso enamora ver a los niños hablando de Martí, que es también la obra de Eusebio sobrepasando su vida. Los sentimientos patrios son un eje que toca toda la obra de esta nueva institución.
Compromiso, lealtad, fidelidad con Eusebio, que es también con Cuba, se respiran en cada salón y cada
actividad que realizan.
Este domingo 11 de septiembre Leal hubiese cumplido 80 años. Quiso el destino que nos abandonara mucho antes de lo que pensábamos. Uno no cree que los maestros, al igual que los padres, lo puedan abandonar. Pero sus discípulos y colaboradores, que también son como sus hijos, continúan su legado grabado en cada piedra de La Habana.
Continuar las obras de restauración de Leal es recordarlo, pero, para mantenerlo vivo y hablar de él en presente debemos continuar su prédica en defensa de la Nación y la cubanidad, ese espíritu indescriptible
del que el hoy octogenario historiador es uno de sus más grandes ejemplos.
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