Dice que no será ni más rico, ni más pobre, por dejar de cobrarle el pasaje a quien más lo necesita. Y está en un error. Cada vez que lo hace se enriquece. Por que la fortuna de Rafael Álvarez Vázquez no está en el dinero.
Desde los 20 años conduce automóviles, pero desde hace tres y medio lo disfruta mucho más. Ser chofer del metrotaxi 14, que cubre la ruta entre Punta Brava, en La Lisa, y las calles 11 y K, en el Vedado habanero, le permite interactuar con un público muy diverso y heterogéneo.
Durante su desempeño diario hace gala de valores que muchos le agradecen y elogian. Sus jornadas tienen el sello de la solidaridad y el altruismo, en dosis tales que le han valido la admiración de quienes usualmente abordan ese medio de transporte.
“Cuando veo a una persona con alguna discapacidad o una mujer embarazada; también a alguien con un pequeño en brazos o es anciana, le solicito al resto que debemos concederles la prioridad”, comenta, no sin antes aclarar que no siempre halla la comprensión necesaria.
Igual no cobrarles el pasaje a quienes se encuentran en condición de mayor vulnerabilidad, constituye una práctica habitual de este hombre que disfruta marcar la diferencia en la vida de otros coterráneos.
Y así lo perciben Jorge Luis Cabrera y Carlos Ramírez, ambos ciegos y usuarios habituales de la Gazelle 14, quienes resaltan las positivas experiencias que les genera el proceder de Rafael.
“Lo mismo cuando voy de regreso a casa en la tarde, que en la mañana, en el punto donde suelo pararme a esperar algún transporte para ir hacia mi trabajo, encuentro el apoyo de Rafa, quien quizás, sin proponérselo, mucho hace por nuestra inclusión”, advierte Cabrera, tras elogiar la familiar disposición del conductor para asegurarle la preferencia de un asiento en el metrobús, ayudarlo a subir y otros detalles que convierten el trayecto en una jornada agradable.
“Y siempre desde los buenos modales, con el permiso de la cola y buscando la comprensión de quienes esperan”, acota Ramírez.
De otra linda y ejemplarizante vivencia pueden dar referencias quienes visitan el agromercado de 17 y K, en el Vedado. Su administrador, Lázaro Pita, se muestra cooperativo y dispuesto a viabilizar las compras de personas con discapacidad visual que usualmente acuden allí.
“Para nosotros los ciegos es complicado hacer colas; generalmente nos perdemos y tenemos que pedirle al que está detrás que por favor nos guíe. Pero a veces todo se desorganiza y nos quedamos parados sin saber qué hacer”, afirma Jorge Luis, quien asegura:

“Allí uno se siente a gusto, encuentra el deseo de apoyarnos, y eso nos hace sentir bien por que ese acto de hacer las compras aparentemente simple, tiene detrás el hecho de que podemos proveer a nuestras familias”, señala Jorge Luis, quien recuerda la importancia de cualquier acción participativa que implique independencia para una persona con discapacidad.
Desde sus días fundacionales, la Asociación Nacional del Ciego (ANCI), batalla para que se gane más cultura de la discapacidad, entendiendo la diversidad no como un problema, sino como una oportunidad para el enriquecimiento de la sociedad.
Por eso sigamos protagonizando ejemplos como los aquí descritos que no son todavía la generalidad, pero tienen en sí mismos el valor de las nobles prácticas, esas que suponen el gozo de ayudar cada día a quien más lo necesita, para asegurarle un espacio de dentro de la plena igualdad.
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