Muchas veces la secuencia repetitiva de una imagen obliga a la referencia de la arquitectura frente al litoral que enmarca el malecón habanero como parte de un entorno que se inserta en las vidas de residentes y visitantes. La Habana se transforma y exhibe nuevos edificios -para hoteles- que sustituyen los espacios vacíos, en zonas céntricas donde el prolongado deterioro de vetustos inmuebles que aún permanecen en el tejido urbano de la ciudad-hogar y se debe recurrir a la memoria documental para saber que existieron.

En las noches la ciudad de La Habana es tibia como el vientre de una mujer seducida. Pero no es peligrosa. Se advierte en su respiración contenida de esta capital de obreros que alimentan un enjambre de esperanzas y de sueños. Compartir la imagen de La Habana, desde las alturas, es descubrir parte de la magia que nos envuelve y obliga a evocarla en la distancia.


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Así es. Pero está también el maleficio de los revendedores que lucran impunemente con las necesidades de la población, con precios abusivos y productos alterados, sin que se actúe suficientemente en la reproducción ampliada sistemática de esta plaga generadora de antivalores. Hasta cuándo van a permitir que nos exploten? Dónde está el control de las entidades locales y el control popular?