Salvo contadas excepciones, este 31 de mayo la mayoría de las personas seguían usando correctamente el nasobuco. Foto: Oscar Alvarez Delgado

La noticia, largamente esperada, llegó con las últimas luces del 30 de mayo. Casi de inmediato, comenzó en las redes, una lluvia de felicitaciones. Las horas parecían alargarse, como si este 31 de mayo quisiera regalarle un poco más de tiempo a quien, desde hace dos años, se había convertido en el más fiel compañero de los cubanos.

Mientras llegaba el amanecer, las redes se inundaron de rostros de mujeres con los labios pintados, el rojo era predominante. Las ansias de ellas, eran iguales a la de los hombres, todos, sin distinción, esperaban el amanecer para salir a la calle sin su compañero de desventuras, aquel que tanto y tanto ayudó a contener la COVID-19 en Cuba.

Sin embargo, la mañana mostró un entorno diferente al anunciado. Los rostros de la mayoría de las personas seguían cubiertos, la alegría se llevaba por dentro, mas, la cordura, aconsejaba no alejar de golpe al compañero de desventuras. Ahora, cuando el uso obligatorio del nasobuco se limitaba a contados espacios y circunstancias, el panorama no había cambiado mucho.

Se podían ver personas, la inmensa mayoría según se apreciaba, con el nasobuco puesto correctamente, otras, lo llevaban sobre la boca, y algunas, bueno, algunas, lo llevaban de forma decorativa, o simplemente, lo habían dejado descansando en la casa, dentro de algún cajón.

Lo cierto es que aun cuando muchos comentaron en las redes que iban a desterrarlo de sus vidas, no pocos hemos seguido con él, usándolo de forma responsable, principalmente en espacios con grandes aglomeraciones de personas. Al parecer, estos meses de combate contra la COVID-19 enseñaron, a no pocos, que más vale precaver, que enfermar. Yo, por lo pronto, lo seguiré usando, al menos, en aquellos lugares donde la cordura así lo aconseje.

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