A Fabián de Jesús, la Escuela Taller Gaspar Melchor de Jovellanos, de la Oficina del Historiador de la Ciudad, le cambió la vida. No solo le abrió las puertas a un oficio, también los ojos a la vida, a la posibilidad de echar raíces y a pensar en ayudar a otros.
Una carpintería de La Habana ha emprendido un camino no transitado desde hace años: la producción de ayudas técnicas para personas adultas mayores. Esta es la historia de un joven que encontró un camino para hacer su vida aquí.
La historia de Fabián

Fabián de Jesús Menéndez García, de 33 años, se hizo carpintero en esa escuela. Entre otros oficios, supo, la carpintería le daría posibilidades al terminar el curso. “Cuando te gradúes, irás para un taller a hacer carpintería, a ejercer lo que estudiaste”, le dijo un profesor. No se arrepiente de la elección.
“La escuela dura dos años, ahí aprendí lo básico. Los profesores también enseñan valores: no importa cuál sea el oficio, carpintero, albañil o electricista, trabajan por borrar esa mentalidad de que quienes los ejercen son marginados, gente baja y con poco nivel, sino que son súper útiles para la sociedad”.
Hijo de padres profesionales y nacido en Los Sitios, lleva en su educación una mezcla de formación familiar y la influencia del barrio, del que guarda entrañables recuerdos. “La escuela taller me ayudó a tener otra visión, otra perspectiva y que como trabajador, no es necesario llegar a un trabajo y estar preguntando si hay `búsqueda´ o no”.
Se graduó hace ocho años y comenzó a trabajar en el Gabinete de Conservación y Restauración, considerado la Meca de la carpintería en La Habana Vieja, al tener como su objeto social darle servicio a los museos, restauración de muebles antiguos, de estilo. “Aprendí a restaurar objetos de madera, pero es otra arista, porque son otros materiales, técnicas, formas de trabajar y las herramientas”.
Como el vetusto inmueble estaba deteriorado, lo declararon en peligro de derrumbe y lo apuntalaron. El sentido cambió, aguantaron durante un tiempo, moviendo muebles en algún museo y haciendo pequeñas labores, hasta que Fabián y un amigo, egresado de la escuela años antes, decidieron trabajar por su cuenta.
“Mi mujer estaba embarazada, otro niño venía en camino y me dije: tengo que alumbrarme mi vida, salir de mi zona de confort”, recuerda. La decisión no fue de las fáciles: “nos gusta La Habana Vieja, por su historia, ambiente, arquitectura, nos formamos y trabajamos ahí, es un lugar bonito, le tenemos mucho cariño y nos costó dar el brinco, porque sabíamos que una vez nos fuéramos, era para no regresar”.
Un nuevo capítulo
Los dos se fueron a trabajar en el taller que su amigo tenía en casa, hasta que este emigró. A partir de ahí, solo iba entre semana, para no molestar a la familia de su colega. “Comencé a tener pedidos más grandes y el lugar me quedó chiquito. Tenía capacidad para trabajar los fines de semana por tal de quedar bien con el cliente, ser puntual y serio, pero no podía ir. Empecé a buscar locales”.
La búsqueda lo llevó a otro egresado de la escuela taller, que trabajaba con el Fondo Cubano de Bienes Culturales y tenía una nave en Luyanó, para que le cediera parte de su espacio. La suerte lo premió: en una de sus visitas, se encontró con el tío de su primer socio, quien al conocer la situación, le mostró un almacén de transporte de la empresa Combell. “Aquello daba miedo, literalmente, el tornado había dejado mucho destrozo, pero le vi el potencial y le dije: me gusta el espacio y lo voy a coger”.

“Todo fluyó. Me dijeron que por un año, pero lo discutimos porque en un año no iba poder recuperar la inversión que había que hacerle. En menos de nada ya estaba firmado el contrato de arrendamiento, por cinco años”. Era diciembre de 2020 y a Fabián de Jesús se le alumbró la mente: ante la incertidumbre de los cambios de la Tarea Ordenamiento, anunciada para inicios de 2021, compró tejas, tornillos, ganchos y todo lo que pensó necesitaría para reparar el techo dañado por el tornado.
En enero, comenzaron los arreglos, botaron escombros, sacaron los vehículos viejos, conservaron algunas piezas para evitar su expoliación. “El 12 de marzo de 2021 entramos oficialmente a trabajar aquí”. Las condiciones físicas de la nave mejoraron desde entonces, crearon un espacio para guardar las herramientas, hicieron una capilla para pintura, de manera que pudieran simultanear procesos, sin que el polvo interfiera.
Surgió FAMEGA como marca –a partir de su nombre y apellidos-, un logo y un equipo: cinco trabajadores; una abogada amiga, que ha asesorado en la documentación, los trámites y la inscripción de la marca, y un económico “que lleva las cuentas y ha apoyado muchísimo en un mundo que yo no dominaba”, dice.
“Pensaba que era hacer la puerta, venderla y volver a comprar madera. No tenía en cuenta otros gastos en lo que uno incurre: electricidad, depreciación de equipos, arrendamiento… me he dado cuenta que yo no ganaba el dinero que creía ganaba”. Así, con un profesional en la materia a su lado, valoran cuándo y en qué invertir, reservar siempre el dinero del alquiler y de otros rubros, para tener respaldo.

El qué y los por qué
“Todo lo que trabajamos es madera y somos capaces de hacer y replicar casi cualquier cosa con ese material”, dice y señala que se dedican a la llamada carpintería en blanco: puertas, ventanas, bajos de mesetas, estantes y clóset. Sin embargo, este pequeño equipo que trabaja en Luyanó, cerca de la línea del ferrocarril, ha considerado que pueden tener una línea muy singular.
“Hace rato estaba dándole vueltas en mi cabeza a la idea de hacer algo singular, atípico, novedoso, que nadie hiciera… Hay un carpintero que hace lo que se llama registro Tropical -las tablillas fijas- y, todo el mundo lo conoce, yo quería algo que impactara, exclusivo”, recuerda.
Fabián y su padre, Jesús Menéndez, habían hecho el curso de Cubaemprende, y uno de los ejercicios orientaba buscar el público meta, edades, necesidades y mencionaba a las personas de la tercera edad. “Mi papá, geriatra, me da una idea: Cuba es un país que está envejeciendo, hay muchas personas adultas mayores y se podrían producir ayudas técnicas, que les podrían facilitar la vida”.
Empezaron a investigar. Tradicionalmente, este tipo de artículos se hacían de madera hasta la irrupción del aluminio, pero hoy, la disponibilidad no cubre la demanda. Tuvieron que analizar la densidad de la madera, de manera que, pensando en resolver un problema, no crearan otro. “No podemos hacer un bastón o un burrito de madera súper dura, que es para toda la vida, pero pesa, porque le voy a crear un problema: posiblemente camine mejor, pero le pueden empezar a doler los brazos y los hombros”. Optaron por una menos densa, de menor peso, pero a su vez, fuerte: el pino gallego.
Buscaron diseños en Internet, se documentaron sobre accesibilidad, las alturas de los bastones y el ancho de la silla, entre otros requisitos, que contemplen tanto a las personas con estas necesidades como a quienes las cuidan. Así, hicieron sus primeras piezas, que incluyen también sillas sanitarias, andadores, burritos y mesas auxiliares, para que quienes no están en condiciones de sentarse a la mesa, puedan comer desde la cama o una butaca y quieren intentar un prototipo de cama Fowler.

Todo está pensado en ayudar. Por ejemplo, “existen tres medidas de bastones, acorde a la altura de las personas. Además, se incluye un cuestionario para que las personas evalúen los riesgos de caídas, de manera que puedan hacerse modificaciones en el hogar para prevenir accidentes”, dijo el médico Jesús Menéndez.
A su vez, señaló: “puede ser que en un momento futuro estén disponibles estos artículos, importados, de aluminio, pero hoy, esta podría ser una solución para quienes las necesiten”. Según estimados de 2017, unas 17 000 personas podrían estar demandando hoy en La Habana alguno de estos tipos de ayudas. FAMEGA trabaja por poner a la venta estos artículos en tiendas de la capital. La primera experiencia es en la tienda Flogar, en Centro Habana
Contexto
Toda esta aventura requirió una inversión para equipos y herramientas. Ahí estuvo el respaldo de la familia y préstamos de amigos, que han sido devueltos con los ingresos de la carpintería, además de lo que han reinvertido.
En el contexto de transformaciones económicas que vive Cuba, FAMEGA aprovecha hoy la posibilidad de importar la materia prima -madera e insumos-, mediante empresas importadoras como Almacenes Universales y Maprinter. “Importar, por ejemplo, ruedas, resulta más económico que adquirirlas en una tienda porque, además, solicitamos las que responde a los requerimientos: que soporten cada una 50 kilogramos y tengan frenos”, señaló Fabián de Jesús.
“La comercialización básicamente es a través de las redes sociales. Las personas ven los productos y los encargan e incluso, vienen a recoger sus piezas, aunque también los podemos entregar, al igual que en la carpintería en blanco, que siempre hay que entregar porque hay que hacer el montaje, ya sea una ventana o una puerta”, dijo Fabián.
“Les decimos a quienes las adquieren que pueden utilizarse para bañar a las personas. Aunque la madera está preservada y barnizada, secarlas bien las protege y prolonga su durabilidad”, destacaron.
Padre e hijo explican que la rentabilidad en estas piezas es mínima. El precio, explican, está condicionado por el valor de la moneda libremente convertible (MLC), que se traslada al producto final, con un muy pequeño margen de utilidades. “No nos interesa lucrar con una necesidad que pueda tener a alguien, algunos gastos de las ayudas técnicas los compensamos con otras producciones”.

La otra parte
SI las ayudas tienen una mirada desde la responsabilidad social, como emprendimiento, han trabajado y trabajan en múltiples encargos: desde el teatro Conrado Benítez, en Ciudad Libertad; la Empresa de Restaurantes de La Habana, mobiliario, accesorios para habitaciones e insumos de cocina -bandejas, tablas de queso, platos de pizza-, para los hoteles Caribbean y Tulipán, de la cadena Islazul en La Habana; la agencia Actuar, restaurantes, cafeterías y alojamientos privados, entre otros. En negociación, se encuentran posibles convenios con otros clientes.
“Nos preparamos también para participar en la I Feria de Desarrollo Local, que se realizará a finales de mes, en Expocuba, con una muestra de las ayudas técnicas, así como de producciones de muebles y cositas utilitarias para el hogar”.
Hacer camino

Otra muestra de la responsabilidad social son las prácticas que realizan allí alumnos de la escuela taller. “Para mí es súper innovador, es una forma de ampliar los conocimientos de traíamos, aprendemos a utilizar nuevas maquinarias, instrumentos, técnicas y tipos de montaje”, dijo uno de los estudiantes.
“Ellos de verdad se toman el trabajo de explicarnos a cada uno de las tareas que tenemos que hacer y me acerco más a la realidad de lo que quiero hacer, carpintería, piezas reales, y eso de las ayudas técnicas es supero bueno, no había conocido ningún lugar donde hicieran este tipo de muebles para personas mayores.
A juicio de Jesús Menéndez, esta colaboración es una “una forma de devolverle a la sociedad, en este caso, a escuela y en especial, a Eusebio Leal, que lo hicieron un hombre de bien, lo que definió que Fabián pensara que su proyecto de vida lo puede hacer en Cuba y tener bienestar para él y su familia, algo que pondría freno a emigración, cuando nuestros mejores hijos se den cuenta de que pueden hacer su proyecto de vida en Cuba , sin irse a ninguna parte”.
Así, entre pieza y pieza, anda FAMEGA. Sobre la marcha, van planificando el futuro: hacer una oficina –con la esperanza de renovación de contrato de arrendamiento-, poder seguir creando empleo, mantener el convenio con la escuela que lo formó, que forma también parte de su responsabilidad social.
“Las perspectivas son crecer, acondicionar mucho mejor el taller, darles mejores condiciones a los trabajadores. Todos somos jóvenes, aquí tienen la posibilidad de trabajar y aprender un oficio, y estar en una esquina, viendo a ver qué cae en el día, cobrando un dinero que les da para vivir honradamente. Para mí, el principal recurso es el personal, el carpintero, el obrero, porque puedo tener el taller lleno de madera y las mejores máquinas, que si no tengo quién las opere, es igual que nada”.
Eso le consta a Alín González, electricista devenido carpintero, quien empezó como ayudante, lijando y quitando pintura. “No tenía trabajo y me ofrecieron venir. Me fui superando y los conocimientos míos de mecánica, en la que fabricaba pieza de metal, que llevan mucha más precisión, me ayudaron mucho. Ya no lijo ni quito pintura, ya soy carpintero, es un oficio más limpio e interesante”, enfatizó y valoró positivamente la vertiente de producir las ayudas técnicas: “aquí hay una población que envejece y son necesarias. Para quienes no las encuentran en el mercado, ese puede ser el camino”.
Haciendo camino al andar, y mirando el panorama para decidir el estatus futuro del emprendimiento, padre e hijo expresan confianza en la estabilización del mercado y del acceso a las materias primas y apuestan por un concepto unificador: ya sea como trabajo por cuenta propia o, tal vez, como mipyme, “somos tan socialistas como las empresas estatales por el aporte que hacemos a la sociedad”.
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Exelente articulo. muy novedoso y humano lo que realizan en el taller. Falto poner la direccion exacta del lugar.
Muy bueno necesito la dirección para ver los enseres para discapacitados. Gracias y saludos
Bnaa Noches recibiste mi mensaje , para saber se las silla sanitaria, me encantó lo que hablaste en el.NTV, suerte
Necesito saber también la dirección estoy muy interesada en las sillas sanitaria y saber la dirección gracias y bnas noches
La mayoria de los productos presentados son dispositivos médicos y requieren registro sanitario para su comercialización, según lo establecido en nuestras leyes. esta entidad nunca ha contactado con el cecmed para iniciar estos trámites. Pueden iniciar por consultar la web de la institución para una primera información (www.cecmed.cu)