La Giraldilla de La Habana sigue mirando al horizonte, preocupada por sus hijos, naturales y adoptivos, ante esta terrible pandemia.

Pero a pesar de los golpes de la COVID-19, las palomas continúan su vuelo y se siguen posando en la Plaza de San Francisco de Asís, sitio patrimonial de nuestra ciudad.

La vida sigue moviéndose y la esperanza crece en cada minuto, las personas contemplan atardeceres y amaneceres, desde el Malecón, sofá añorado por todos los citadinos o desde El Morro y La Cabaña.


La Habana sigue como dama hermosa, erguida y orgullosa de sus hijos: médicos, científicos, jóvenes, dedicados a la tarea de salvar vidas, de alertar, prever, indicar…
El azul de nuestra Habana, intenso en su mar y cielo, nos trae la confianza en un futuro cierto, en el cual volveremos a abrazar apretadamente, a besar, a estrechar manos efusivamente como auténticos cubanos que no escatimamos cariños al prójimo.

Mientras ese momento llega, con nasobuco y la distancia adecuada, no dejamos de dar mimos con los ojos, pues muchas veces la mirada sabe besar y abrazar con ternura. Y continuamos mirando ese océano que nos rodea y arropa y a esa Habana bella, que ha merecido que la canten en dulces melodías y le escriban versos de puro amor.


Vea también: