Ninguna manifestación de amor es completa si no incluye preservar la existencia. Se trata de mostrar y demostrar que no existe mayor regalo que la vida, precisamente cuando el peligro acecha en un contexto dominado por la COVID-19, un virus al cual le permitimos extenderse después de un fin de año (2020) durante el cual nos olvidamos, por unas horas, de todos los males vividos para romper las contenciones de nuestros sentimientos, expresarnos entre abrazos, besos -en espacios íntimos- y regresar a un punto de partida en medio de tan luctuosa estela de amores perdidos.

Esta vez tendremos una nueva jornada donde los sentimientos deben ser compartidos de una forma diferente, donde el espacio físico no sea lo relevante. Debemos actuar con responsabilidad porque nunca las vías de comunicación resultaron tan expeditas como el poder compartir nuestras alegrías y penas que a través de una llamada telefónica o un mensaje electrónico.

No estoy haciendo referencia a límites ni mucho menos imponer reglas a un sentimiento tan antiguo como la primera lágrima en los ojos del hombre. Pienso en aquellos para los cuales un regalo debe representar en un día lo que no hicimos en un año. Y el convite resulta la manera expresiva para iniciar la fiesta, el intercambio de afectos físicos a quienes no tenemos dentro del círculo de convivencia llamado hogar.

Tribuna de La Habana invita, a través del diario digital -debajo de este comentario- compartir breves cartas públicas en el Día del amor y la amistad dirigidas a la importancia de expresar el cuidado de la existencia como el mayor bien y preciado regalo que le hacemos al amor. 

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