Resguardado en la tranquilidad de su casa, tras concluir el recibimiento que el pueblo de Cuatro Caminos le hiciera a su llegada de Lombardía, Italia, el Licenciado en Enfermería Yunier Ramos Otaño, conversó con la prensa allí presente. Hoy Tribuna de La Habana les ofrece la segunda parte y final de esa entrevista.
Aún con las emociones a flor de piel, el héroe de bata blanca accedió a compartir las experiencias vividas en el enfrentamiento a la COVID-19 en la región italiana de Lombardía.
El encontrarse en casa, con la familia, a Yunier lo reconforta. "Ya estoy de nuevo en mi Patria. Una vez que pusimos los pies en el avión, dijimos, misión cumplida. Nos queda terminar un pedacito nada más, que es la cuarentena en nuestro país, para poder llegar sanos y salvos a la casa, abrazar a familiares, amigos”.
Pero el más inesperado de los regalos para los miembros de esta brigada médica, fue el hecho de poder pasar el día de los padres con la familia. “Nadie lo esperaba, pensábamos que sería el martes. Antes de salir de Italia nos hicieron un PCR, al cual todos dimos negativos. Al día siguiente de llegar a Cuba, nos hicieron otro PCR, al cual volvimos a dar todos negativos, y hace tres días nos hicieron otro, con igual resultado. Gracias a eso, nos dieron la sorpresa de llegar hoy a las casas y compartir este día en familia”.
Las anécdotas, capaces de poner ronca la voz de Yunier, no pueden faltar en este encuentro. Cuenta que allá en Italia todos eran multioficio, tenían que hacer de todo “ya que la emergencia lo precisaba. A mí me tocó laborar en el hospital de campaña, creado por las fuerzas armadas italianas. Ellos lo abastecían, la logística era totalmente de ellos. Allí los únicos que trabajábamos éramos los cubanos y dos o tres italianos, que eran los directivos, encargados de reponer el medicamento y estaban al tanto de la comida del paciente”.
“Cuando le dábamos la comida a los pacientes, nos decían gracias. Para ellos no era costumbre que un médico o un enfermero les diera la comida. El médico que trabajaba con nosotros también hacía las funciones de enfermero. Si hacía falta llevar el paciente al baño, lo hacía. Muchas veces me tocó hacerlo yo, cuando los dejábamos en su cama, nos decía gracias, gracias. Nunca a mí en un hospital me habían llevado a un servicio, nos comentaban".
Uno se estremece al escucharle decir que hubo pacientes que habían perdido a todos los miembros de la familia. A ellos los tenían que apoyar psicológicamente. Recuerda cómo tuvieron la oportunidad de trabajar con enfermeros italianos, “que dominaban bastante bien el español, y nos servían de traductores. Hasta que más o menos a mediado de la misión, estudiando el idioma, hablábamos directamente con el paciente”.
Pensar en el enfermo, ponerse en su lugar, ayudarles, acompañarles, hacer todo lo mejor posible para salvarles la vida, son premisas para Yunier y el resto de los miembros de la brigada médica cubana. Saber que en sus manos está la vida de esas personas, y su propia salud, hacen del recuerdo de la familia algo muy grande. "La familia siempre me ha apoyado durante toda la carrera, han estado a mi lado. Principalmente mi esposa, y mis tres hijos, que siempre han estado firmes, y me han dicho, cuídate. Ellos son un orgullo para mí".
Si algo ha conmocionado a Yunier en sus misiones en el exterior ha sido saber de algún familiar enfermo. Esta vez, mientras enfrentaba la COVID-19 en Lombardía, se enteró que Mélody, su hija más pequeña, estaba enferma de la garganta. Sobre cómo reaccionó ante esa noticia en la lejanía, comentó: “Son noticias muy duras. Ellos se enferman aquí, pero yo también me enfermo allá, y me pongo en el lugar de ellos, y hasta me da fiebre, y dolor de cabeza y lloro en las noches pensando en el malestar que puedan sentir ellos. Entonces me pongo bien duro y le habló bien duro a mi esposa, le digo que ella tiene que estar firme, que cualquier cosa, a la hora que sea, me llame. Por suerte, siempre hemos estado comunicados. También tengo que darle muchas gracias a la doctora Olguita, que vino muchas veces a la casa a atender a la niña. Contar con el apoyo de mis compañeros de trabajo me tranquilizaba”.
En medio del pecho, el recuerdo del pueblo de Italia, el afecto que les prodigaron una vez que culminaron su misión en Lombardía. Cuenta cómo les daban las gracias, repetidamente, entrechocaban el codo con ellos, y les decían “toda una vida vamos a estarles agradecidos. Ustedes vinieron a nosotros en el momento más crítico en que estaba nuestro país”.
Recuerda cómo, a su llegada a Italia, el sistema médico de ese país se encontraba colapsado y en esos momentos se pusieron a la par de los médicos italianos, respetando sus protocolos, diciéndoles que estaban allí para lo que les hiciera falta, el tiempo que fuera necesario.
Pero el héroe de Cuatro Caminos no duda un instante antes de decir que volvería a enfrentar la muerte donde fuese necesario, a la hora que fuese. Él, que vivió de cerca el ébola, el cual azotó al África Occidental, con una mortalidad de un 90 por ciento, y ahora la COVID-19, caracterizada por su alto nivel de contagio, dice que sintió más miedo con esta última que con el anterior, dado su alto nivel de contagio.
Justo antes de despedirnos le preguntamos a Sairis Fuentes Fuentes, su esposa, qué sentía ahora que ya le tenía en casa. Su respuesta, con un ligero temblor en la voz producto de la emoción, no se hizo esperar. “Ahora si estoy contenta y aliviada”. Y nos marchamos para no robarles más tiempos al abrazo íntimo, cálido, sosegado, ese que se logra en la tranquilidad de la familia y que tano anhelaban sentir.
Hola amigo, con mucha emoción, seguí las publicaciones de la misión que cumpliste, conservo fotos y vídeos de la partida y regreso, si lo deseas cuando se pueda ven por casa, a traves de tu papá, con el que siempre se de ti, un abrazo. Sosa