La Habana siempre ha sido azul, por su cielo, su mar, y acompañada de esas luces de transparencias únicas que tan bien supo apresar Carpentier al hablar de los vitrales como aduanas del sol.

Este polvo transporta sustancias dañinas al organismo humano: hierro, calcio, fósforo y mercurio, además de virus, bacterias y hongos Foto: Johana Tablada

Sin embargo, hoy la ciudad amaneció de gris y sin brillo. Una nube de polvo del Sahara, luego de viajar unos 6 000 kilómetros de distancia, cargada de partículas perjudiciales y contaminantes, le ha cambiado los colores, borrándole la línea del horizonte.

Especialistas recomiendan no exponerse a este polvo pues puede ser causante de afecciones respiratorias Foto: Johana Tablada

Rubiera lo había adelantado: al amanecer uno puede encontrarse con superficies cubiertas de polvo fino. Así ha sido, ventanas, cristales y hasta los labios –cuando se asoman sin nasobuco al balcón– se cubren con esa película de polvo finísimo, que puede perjudicar sobre todo a asmáticos y alérgicos.

Pero más que un cambio de apariencias, lo importante a saber de dicho fenómeno meteorológico es que sucede anualmente en esta temporada, a consecuencia de las tormentas de arena y polvo del desierto del Sahara y el Sahel.

Sin embargo, vale aclarar, que lo que estamos viviendo ahora mismo NO es una tormenta de arena. En esas, el tamaño de las partículas en suspensión es mayor a 100 micras –a una milésima de milímetro–, y no es el caso.

Ya en el Vedado capitalino es posible notar las partículas desde horas tempranas Foto: Johana Tablada

Además, cuando se trata de una tormenta de arena –que son locales– esas partículas se elevan solo a cerca de 15 metros del suelo, por ser pesadas. En las nubes de polvo, sus livianas partículas pueden ascender hasta 7 kilómetros de altura, permitiendo una visibilidad de hasta un kilómetro y más, a diferencia de las tormentas de arena, que no dejan ver nada.

Felizmente, los vientos alisios seguirán empujándola y a finales de esta semana ya habrá seguido su andar hacia el oeste.

En Nuevo Vedado también es perceptible ya el avance de la nube de polvo Foto: Armando Santana

Aunque no tiene absolutamente ninguna relación con la COVID-19,  –salvo que, al igual que el nuevo coronavirus, puede provocar afecciones respiratorias– vale fantasear suponiendo que, en su partida, se llevará también, definitivamente, esa COVID-19 que de tan buena manera los cubanos ya estamos espantando.

Las nubes de polvo provenientes del norte africano llegan a nuestra zona entre marzo y abril, pero se incrementan en los meses de junio y julio. Foto: Johana Tablada