Existe un amor infinito y verdadero, que se brinda sin esperar nada a cambio. Como ese profesado por estos días, después del paso del tornado, donde todos, como nunca antes, trasmitieron fuerza y esperanza hacia los más necesitados.
Aquella nefasta mañana del 28 de enero, jamás vi tanta gente junta en la calle, sorprendida y desconcertada por tanto desastre. Pero los días que le sucedieron no faltaron las muestras de solidaridad, desprendimiento, y la palabra precisa en el momento oportuno.
Desde entonces, han transcurrido muchas horas de incesante labor para recuperar lo perdido, aún no acaban, pero cada día se ve un paso de avance en este resurgir de una ciudad que se levanta, tratando de ser más bella, pues no se trata solo de recuperarse, sino de renacer en un escalón superior.
Lamentablemente, el paso de este evento trajo la pérdida de vidas humanas e innumerables bienes. También muchos animales que no encontraron abrigo. Árboles que tantos años tardarán en retoñar. Un recuerdo amargo de tristeza, y desasosiego ante lo inesperado e incomprensible.
Pero el tornado, de alguna manera, nos unió más, nos “recordó” que si trabajamos juntos alcanzaremos cosas increíbles. Como restaurar aquellos lugares donde viven miles de personas sencillas y humildes, dispuestas a ayudar al vecino siempre que lo necesite.
Realmente dolió demasiado, este tornado que no impiderá seguir adelante y transformar a La Habana en esa añorada señora con la que todos soñamos y a diario llamamos ciudad maravilla. Siento que ahora estamos más cerca de lograrlo, porque como nunca antes, hemos irradiado amor incondicional en estos tiempos de un tornado gigantesco de amor que nos convoca desde nuestra raíces de identidad y solidaridad.