Aun cuando inspira respeto y le profesamos atenciones y cuidados extremos, ni siquiera va a ser la Madre Natura, con su fuerza descomunal y sus caprichos, quien venga a doblegar a los cubanos.

Y la mejor prueba de ello la damos por estos días los habaneros.

Es verdad, el tornado que azotara a La Habana en las primeras horas de la noche del domingo último, a su paso por áreas de cinco municipios capitalinos, sembró estupor por unos minutos, e incluso, cuatro días después, todavía el indescriptible panorama apocalíptico que nos dejara, corta el aliento, sin embargo, con la misma rapidez e intensidad del golpe que nos propinara el fenómeno hidrometeorológico, nos levantamos, ya entregados a la recuperación.

GUANABACOA

Veinticuatros horas después del impacto, una ciudad sin mayores contratiempos fue la primera visión que me hice del municipio. Es lógico, en el centro urbano, es decir, en la zona vieja de Guanabacoa (aunque sin corriente) vieron pasar al tornado sin saber que lo hizo, como podría decirse en buen cubano.

En cambio, (el reparto) Chivás -un conglomerado urbano, conformado fundamentalmente por casas estructuralmente fuertes, con paredes de bloques y techo de placa-, semejaba un escenario bélico después de un bombardeo.

Foto: Roly Montalván

Hacia los cuatro puntos cardinales reinaba la destrucción. Donde la fuerza descomunal del viento no pudo levantar el techo, echo muros por tierra o arrancó puertas y ventanas. Donde antes había árboles y postes eléctricos y telefónicos, dejó leña, escombros y cables retorcidos. Y hasta algunos de los que antes habían sido carros parqueados a la vera del contén, fueron convertidos en chatarras deformes.

Sin embargo, a estas alturas del juego, tan conmovedor, o quizás hasta mucho más conmovedor que el caos dejado por el “F4”, resulta la respuesta restauradora. Otra vez los cubanos vuelven a empinarse paradigmáticamente frente a la adversidad y apuestan al futuro, sin titubeos.

El tornado vino a cambiar la rutina de los lugareños. En la localidad todo el mundo está volcado a restañar las profundas heridas, que provocan un dolor que las víctimas ven mitigado, en tanto, malestar y remedio, es compartido entre muchos.

Se sabe. Los cubanos llevábamos la solidaridad incorporada al ADN. Por eso, en el Chivás, junto a los locales, encontré eléctricos, telefonistas y constructores, en este último caso, estatales o cooperativistas, de Mayabeque, Artemisa, Pinar del Río y Matanzas; guardiamarinas de la Academia Naval Granma y hombres de las grandes empresas del municipio, quienes, codo a codo, con los guanabacoenses, saneaban para facilitar el trabajo de las fuerzas especializadas.

La orientación de las máximas autoridades de la capital fue precisa: multiplicar la solidaridad, organizar bien las fuerzas, la mano amiga debe venir acompañada de equipos e incluso hasta los alimentos para evitar cargas adicionales…

REGLA

Y ese mismo día, ya al mediodía Regla era una copia al papel carbón de su vecino Guanabacoa. El mismo panorama desolar, también la misma urgencia para llevar el consuelo que emana de la respuesta, la atención, la mano calurosa puesta sobre el hombre, la cercanía mismo entusiasmo…

Acompañamos a Luis Antonio Torres Iríbar y Reinaldo García Zapata, máximas autoridades partidistas y del Gobierno, en La Habana, respectivamente, en su deambular por las calles “reglanas”, y fue emocionante ver las muestras de gratitud generalizadas, fruto del agradecimiento a las políticas: “Siempre, pero sobre todo en la hora difícil, el ser humano por delante”, como orientara el primer secretario del Partido en la capital.

Durante el periplo no faltaron quienes se acercaron a pedir una foto junto a Torres Iríbar, y también otros para plantear un problema, que allí mismo encontró solución inmediata, en los casos que era posible, o la indicación para iniciarla, cuando la respuesta al asunto lleva más tiempo.

“Nadie puede dormir a la intemperie. La hora de los levantamientos quedó atrás, ahora toca las soluciones. Es menester multiplicar los puntos de ventas de materiales y acercarlos todo lo más posible a los afectados. Vender muchos alimentos, a muy bajo precio, allí donde es más necesario. Lo reconstruido, mejor y hermoso que antes. Nadie puede lucrar con el dolor y la urgencia de un compatriota, en tales casos se impone actuar con el mayor rigor. Las grandes empresas constructoras deben responsabilizarse con la solución en el caso de las familias con derrumbes totales, y evitar las dilaciones”, fueron principios y orientaciones reiteradas por Torres Iríbar y García Zapata, en cuanta ocasión fuera propicio.

Se trabaja con celeridad y en consecuencia para algunos ya regresada la calma. Lamentablemente, todavía –como diría un colega- hay “calles oscuras, ventanas lacrimógenas”, pero sobre todo, también anchurosos terrenos consagrados a cultivar la victoria.