Todo quedó a oscuras. Me levanto a buscar el teléfono para encender la linterna y escucho un sonido estridente, como de alarmas de guerra, como un avión sobrevolando bajo… No se ve nada, solo el sonido desconocido que aterra, como si algo muy grande corriese hacia ti.

De repente, el viento. Intento cerrar la puerta pero las ráfagas luchan contra mí. Presiono con todas mis fuerzas mientras busco la llave y tranquilizo a mi hermana –de diez años- a quien no veo, pero escucho gritar desde la esquina opuesta de la sala.

Mi perro ladra frenéticamente. Algo anda mal. “¡Se cae la casa, nos va a aplastar!”, grita mi hermana mientras las piedras de la Colina Lenin, en Regla, golpean con fuerza las paredes y yo le digo “no, tranquila, es solo el viento”… pero siento la casa estremecerse y maquino un plan B –y otro C- por si ocurre lo peor.

De repente, tal y como empezó, cesa el viento. Mi techo –de madera- no sufrió graves daños, solo algunos agujeros que anuncian que afuera todavía llueve. Todo había pasado. No era grave.

Amanece. Varios amigos llaman, preguntan si estamos bien, si no nos pasó nada con el tornado. ¿Tornado? Salgo a la calle y comprendo: a mi casa solo llegaron ráfagas aisladas, tenues, aunque fuertes, y prácticamente inofensivas.

Foto: Chelsea Del Sol
Foto: Chelsea Del Sol
Foto: Chelsea Del Sol
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A mi paso encuentro árboles arrancados de raíz, ventanas rotas, postes caídos, el tendido eléctrico y telefónico en el suelo, viviendas destruidas, camiones volteados, carros aplastados…

Imagino la desesperación de las familias a quienes les voló el techo o se les derrumbó la casa. Todo el pueblo está en la calle, barriendo, recogiendo, talando, mostrando solidaridad con los vecinos… no recuerdo tanta destrucción en Regla, es casi imposible de describir.

Foto: Chelsea Del Sol
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Veo a la señora del doblar, quien llevaba más de un año construyendo su vivienda y en unos minutos la perdió; me cuenta mi amiga de su compañero de trabajo, víctima mortal del impacto de una guagua; escucho historias como la del techo que el tornado levantó y arrojó contra la vivienda contigua, muriendo una viejita; la del hombre asomado en su casa sin ventanas ni techo, y la familia sentada en los escombros de su vivienda, con sus pocas pertenencias empacadas, esperando…

Cada quien tiene una historia para contar, unas más desgarradoras que otras. A mí, me queda el impacto de ver los desastres justo hasta la esquina de mi casa y pensar que por solo unos metros mi techo sigue en pie y, por consiguiente, mi familia con vida.

La recuperación es perceptible con el paso de las horas, los cables, ramas y escombros van desapareciendo. Los ómnibus vuelven a circular. Sin embargo, en las calles no se habla de otra cosa, no se puede. Ahora queda seguir adelante. ¡Fuerza!

Foto: Chelsea Del Sol
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